¿CONOCES AL DIOS AL QUE ADORAS?

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«Vosotros adoráis lo que no sabéis» – Juan 4:22
Una vez más nos topamos con un pasaje que nos confronta con la necesidad de conocer a Dios.
Las palabras de este texto fueron pronunciadas por Jesucristo en su conversación con una mujer samaritana a la cual le pidió agua en el Pozo de Jacob.
Los samaritanos afirmaban ser descendientes de Jacob y creer en Jehová el Dios de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Se diferenciaban de los judíos en que ellos solo aceptaban como libros sagrados, los 5 libros de Moisés y en vez de adorar en Jerusalén, lo hacían en el monte Gerizim, en Bethel, el lugar donde Dios se apareció a Jacob.
Esta fue una de las consecuencias de la apostasía de las 10 tribus que formaron el reino del Norte cuando Israel se dividió, posterior al reinado de Salomón, y también como consecuencia de la deportación de estas tribus y el asentamiento de nuevos habitantes en esa región, todo lo cual está descrito en el Segundo libro de Los Reyes, capítulo 17.
Por causa de su aceptación parcial de los escritos sagrados, los samaritanos erraban en cuanto a la adoración tanto en lo que respecta a la forma como al lugar, pero aún más importante que eso, Cristo aprovecha esta oportunidad para enseñar a una mujer con respecto a la adoración verdadera, la cual, aunque sí incluye elementos relacionados con la forma correcta, no tiene que ver solamente con la forma en que se realiza.
¿Aceptas toda la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en la Biblia o aceptas Su Palabra parcialmente? Esto puede llevarte a un conocimiento falso de Dios y por lo tanto a una adoración falsa.
La vida de esta mujer a la que Cristo confrontó nos sirve de ejemplo para lo que queremos tratar. Esta mujer iba por la vida, de relación en amorosa en relación amorosa, habiendo estado ya con 5 maridos y viviendo ahora con uno que no era su marido, y aún así, se atreve a entablar una conversación religiosa con respecto al lugar correcto de adoración, defendiendo que sus antepasados han adorado en aquel Monte. (Juan 4.20)
El Señor Jesucriso aprovechó esta oportunidad para confrontarla con la clase de vida que ella llevaba y con su carencia de satisfacción en la vida, como resultado de su ausencia de vida espiritual.
En el caso de los judíos, habiendo sido llevados cautivos a Babilonia, donde estuvieron por 70 años, y habiéndo regresado a su tierra luego, procuraron ser más estrictos en el cumplimiento del ritual ordenado por Moisés para el Antiguo Pacto y sin embargo, en los tiempos del profeta Amós, Dios los amonestó de la siguiente manera:
«Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos» (Amós 5: 21, 23)
Esto es algo muy serio. Por más excelente que parezca ser un estilo de adoración ante los ojos de los hombre, Dios la rechazará si el corazón de los que adoran no está limpio.
Esta es la misma razón por la cual Dios no miró con agrado a Caín, ni a su ofrenda. Y según el profeta Amós, Dios no solo rechaza este tipo de ofrenda, sino que tales ofrendas le desagradan en gran manera y le son molestas.
El Señor Jesucristo nos enseña que los que adoran, deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4.24)
Muchos piensan que lo importante en la adoración es la sinceridad, pero esto sería confiar en nuestro corazón y Jeremías 17:9 nos recuerda que nuestro corazón es terriblemente engañoso, entonces podría llegar a suceder que estemos convencidos de estar adorando a Dios cuando no lo estamos haciendo.
La adoración verdadera se da cuando el Espíritu Santo capacita al creyente para clamar a Dios: «Abba Padre»(Gálatas 4:6), es decir, la persona tiene que haber experimentado un cambio interno tal, que reconoce a Dios como su Padre y entiende que tal cosa es únicamente posible por los méritos del Cristo que vino, padeció, murió y resucitó y que eso es lo único necesario y suficiente para ser aceptados ante Dios.
Solo los que han recibido el Espíritu de adopción (Romanos 8.15), pueden invocar el nombre del Señor y comunicarse con Él. Si esto no ha ocurrido, la adoración es vana porque la persona no ha conocido al Dios al cual pretende adorar.
El segundo elemento necesario para la adoración genuina es la Verdad. Todo aquel que ha recibido el Espíritu Santo es guiado a la Verdad, porque Cristo enseñó que ese sería el ministerio del Espíritu, guiarnos a toda la Verdad. (Juan 16.13)
Tenemos que adorar conforme a la Verdad revelada y no conforme a nuestros gustos, imaginaciones o preferencias particulares. El adorador genuino debe estar interesado en profundizar en la verdad de Dios para adorarle correctamente porque desea que su ofrenda sea aceptada en el altar de Dios.
¿Conoces al Dios que adoras? ¿Estás diligentemente buscando la Verdad en la Biblia para llegar a ser un adorador genuino? Que Dios nos de su bendición para que así sea y que podamos entonces regocijarnos y deleitarnos en Él. Amén
Pastor Alexander León

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