Justicia Social

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«… porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.»

Gálatas 3.27,28

El cristianismo nació y floreció en medio de una cultura de crueldad, desigualdad y abusos. Solo hay que tomar un libro de Historia Universal y comprobar cuál era el valor que se le daba a las mujeres, a los niños a los extranjeros y a los esclavos. La civilización romana no fue mejor que la griega o que la persa o la de los babilonios, en todas se valoraba la persona humana según parámetros materialistas. Los poderosos vivían en opulencia a expensas de los pobres y débiles, hasta que por guerra o rebelión se levantara alguien que los depusiera de su posición privilegiada. Pero, estos eventos de guerra o de usurpación del poder, solamente constituían el inicio de otro ciclo similar o peor al anterior. Era como si los usurpadores dijeran: «Ahora es nuestro turno».

En ese contexto de desigualdades y abusos de poder, los cristianos brillaron con una luz desconocida, formando una familia espiritual en la cual todos tenían los mismos privilegios y podían amarse y cuidarse entre sí, independientemente de la raza, sexo o nivel social.

Para los romanos era una locura que un ciudadano romano tratara como hermano a un judío o a un esclavo.

Esta hermandad fue posible porque la doctrina de Cristo nos enseña que todo ser humano está hecho a la imagen de Dios, con la misma dignidad y que a pesar de las diferencias externas o circunstanciales, el valor de las almas es el mismo.

El trato entre los cristianos procuraba todo lo contrario de lo que normalmente las personas buscan. El cristiano no buscaba sacar provecho de otros sino servir y ayudar a otros.

El estándar que Cristo les había enseñado a los apóstoles para los que obtuvieran el puesto de liderazgo en la comunidad cristiana fue este:

El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo

Mateo 23.11

Vivimos en tiempos de convulsión y por esto es necesario que enfaticemos la verdad de esta enseñanza apostólica. Cristo no nos enseña que tenemos que ser iguales en todos los aspectos, nos enseña que, a pesar de nuestras diferencias, podemos encontrar unidad en la diversidad, por la fe en Él.

Hay una filosofía errónea que ha tomado mucha fuerza hoy en día, la cual habla de la necesidad de emancipación y del «empoderamiento de las minorías». Según esta manera de pensar todo se reduce siempre a luchas de poder y por eso el lenguaje que usan es tan similar al del marxismo que proponía la lucha de clases, oprimidos contra opresores o el proletariado contra la burguesía, etc.

Lo peligroso es que muchos están usando el lenguaje del Cristianismo pero dándole otro significado a las palabras de Cristo y de sus apóstoles, por eso debemos ser cuidadosos.

Debemos aprender a aceptar las diferencias y nunca sentirnos superiores a los demás. El apóstol Pablo escribió para la Iglesia en Roma:

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura

Romanos 12.3

Una ilustración podría ayudarnos a comprender esto.

Los diestros y los zurdos son de igual valor ante Dios. No debemos menospreciar a la minoría zurda. Algunos crearon un problema absurdo por esta diferencia. ¿Sabían que en cierta época se obligaba a los niños a escribir con la mano derecha, aunque naturalmente fueran zurdos?

Por otro lado, alguien afirmó que los zurdos tienen ciertas habilidades especiales, (no sé si esto se ha demostrado), pero si fuera cierto, esa ventaja es un don recibido y no algo de lo cual el individuo deba jactarse porque esa característica no se ha obtenido por algún esfuerzo especial.

Si fuera cierto que los zurdos son más inteligentes o más habilidosos en el arte, la instrucción apostólica sigue siendo que el zurdo procure no tener más alto concepto de sí mismo, debería solamente alegrarse de su don y ponerlo al servicio de los demás.

Diestros y zurdos tienen el mismo valor ante Dios y ambos grupos están llamados a respetarse y a apreciar estas diferencias con las que nacieron, esto mismo debería aplicarse para cualquier característica distintiva con la cual hemos nacido: sexo, etnia y demás condiciones físicas. Ante la ley el diestro y el zurdo deberían ser tratados de la misma manera, el hombre y la mujer, el negro y el blanco y el indio, el ciego y el sordo y el inválido.

Siguiendo con la ilustración, el zurdo y el diestro deben ser juzgados por sus actos. Sería una injusticia si a alguien se le trata desfavorablemente por ser zurdo o por ser diestro.

Ahora bien, hace falta una aclaración en la ilustración. Estamos hablando de una característica que no es moral. Ser zurdo no es un acto moral. Este argumento no se puede utilizar en cuanto a actos o tendencias pecaminosas. No Estamos llamados a aceptar o defender ninguna conducta errónea.

Por lo tanto, mucho de lo que hoy se defiende como derechos de las minorías es incorrecto y mucho de lo que se propone como igualdad, es falso también. Nadie tiene derecho de quebrantar la ley, sea que pertenezca a una mayoría o minoría.

Hacer acepción de personas es un pecado en el cual todos podemos caer. Santiago en su epístola advierte a la iglesia contra este pecado de tratar preferente a los ricos. En total hay 18 versículos en la Biblia que enfatizan específicamente que Dios no aprueba la acepción de personas.

El mundo ha querido ignorar los principios de rectitud y justicia que Dios ha establecido y por eso inventan leyes inútiles con las cuales quieren parecer muy justos.

No necesitamos una ley que penalice la violencia contra las mujeres en particular, la ley debe prohibir la violencia en cualquiera de sus formas y el castigo debería ser severo según la debilidad de la víctima, sea niño, anciano, mujer u hombre inválido.

Aunque las leyes fueran perfectas, el problema con el incumplimiento de la ley inicia en el corazón, no es un asunto de mayorías o minorías.

Siguiendo con la ilustración, hay zurdos que son criminales, pero no todos los zurdos son criminales, hay diestros que son criminales, pero no todos los diestros lo son. ¡No es relevante saber con cuál mano se clava el puñal!

Cristo habló con claridad al respecto del pecado y denunció a los Fariseos por inventar costumbres que los hicieran parecer como gente muy correcta y limpia, refiriéndose a los ritos de lavamientos.

¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale;(E) y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

Marcos 15.17-20

Por ejemplo, los legisladores se han dedicado a fabricar leyes que, supuestamente favorecen a las minorías, a los que andan en muletas, a los que andan en silla de ruedas, a los ancianos, etc., y esto algunas veces ha complicado a veces la labor de los transportistas, y otras actividades comerciales.

Todo eso es simplemente lavar el vaso por fuera. Si nos rigiéramos por la ley de Cristo, la ley de amor y justicia, siempre habría quién ayude al que tiene dificultades, sean físicas o de cualquier índole.

En ciertos lugares, se ha llegado a exigir que un cierto porcentaje de los empleados de una empresa deben ser mujeres y luego que un cierto porcentaje deben ser de tal o cual raza.  Pero la justicia nos llevaría a otorgar siempre el puesto al más idóneo sin importar a cuál grupo pertenece.  Eso seria lo justo.

Aquí está la clave: ¡Ser justos! – Pero somos injustos.

Para que aprendamos la justicia, Dios tiene que cambiarnos el corazón. ¿Ha cambiado Dios su corazón? Si no es así, usted caerá en las trampas del mundo y sus falsificaciones de justicia. La cita bíblica inicial entonces tiene perfecto sentido. Todos los que componen la comunidad cristiana comparten una misma bendición, todos han sido adoptados en la familia de Dios. Las circunstancias de algunos puede que cambien, otros permanecerán en su rol y estado social, pero eso no es lo importante, lo importante es, que tienen una misma fe y una misma esperanza en Jesús y viven según la regla del amor.

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