Buscando a Dios en Oración y Ayuno (Día 2)

0
826

¿Tienes suficiente Religión? ¿Deseas más de Dios?

Por causa de las enseñanzas erróneas, debo tomar tiempo para definir el concepto de Religión.
La Religión incluye la Fe, es decir, el conjunto de creencias que alguien abraza y también incluye la Práctica, es decir, los ritos, conducta y acciones que surgen de los valores ha abrazado el individuo.
Por eso la Religión cristiana consiste del conjunto de enseñanzas de Jesucristo, es decir, la Doctrina apostólica y también incluye la forma de vida, la moral y ética de los que dicen ser cristianos.

Entendiendo esto, las dos preguntas iniciales son equivalentes. Más religión debe significar más conocimiento y mayor apego a las enseñanzas de Cristo, porque según la religión cristiana, Cristo el único que nos provee el verdadero conocimiento de Dios.

La mediocridad del cristianismo es entonces evidente cuando hay muchos piensan que ya saben suficiente, que ya son suficientemente buenos. Más de la Biblia, más oración o más servicio a Dios equivale para los mediocres a haber caído en el fanatismo.

Sin embargo, aun los que no quieren ser mediocres enfrentan la realidad de que la Religión de Cristo exige más de lo que estamos dispuestos a dar y sin una ayuda especial divina no podríamos nunca ser cristianos. Recordemos que es un llamado a la auto-negación. (Lucas 9.23)

Consideremos el escenario en el Getsemaní.

Los discípulos pasaban todo el día con el Maestro y en cierta ocasión, al final casi de su vida en este mundo Él les pidió un esfuerzo especial, porque la situación era particular. Él les pidió que velaran orando mientras Él se retiraba a orar a solas. Cuando Cristo regresó los encuentró dormidos y los amonestó explicándoles la necesidad de orar para no caer en tentación, pero una vez que los dejó, ellos volvieron a dormirse. Finalmente les dijo:

«¿Así que No habéis podido velar conmigo una hora?»

– Mateo 26.40

¿Estaba Jesús pidiendo demasiado de sus discípulos? ¿Era esto una cuestión de fanatismo?

Los discípulos del Señor no pudieron acompañar a su Maestro en el momento de la agonía, cuando Él luchaba en su alma con la certeza de que el tormento se acercaba.

Aunque siempre recordamos «la negación de Pedro» es importante recordar que el relato del Evangelio nos informa que no fue solamente Pedro el que había asegurado en la noche de la última cena, que él jamás abandonaría a Cristo y que estaría dispuesto hasta a dar la vida por él. Esto a raíz de que el Señor había anunciado que Pedro lo negaría. Leamos el Evangelio según San Mateo 23.35:

«Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.»


El resto de la historia es conocida y el apóstol líder del grupo, no solo negó conocer a Jesús de Nazareth, sino que lo hizo tres veces y para hacer más creíble su falsedad hasta habló como hablan los impíos.

Mateo 26.73,74 dice:


«Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.»

¿Cuáles son nuestros sentimientos al leer sobre esta negación de Pedro? ¿Qué pensamos de los demás discípulos que huyeron en el momento que vinieron a capturar a Cristo?

¿No debe esto traer convicción a nuestras almas por las muchas veces que hemos sido infieles a nuestro dulce Salvador?
No pocas veces los creyentes niegan a Cristo con sus palabras o con sus acciones si están en situaciones incómodas.

Pero pensemos, ¿Pudiera haber sido diferente si los discípulos hubieran acompañado al Señor en oración en aquella hora que Él se los había pedido?
¡Si nosotros no estamos dispuestos a perseverar en oración, no pensemos que estaremos capacitados para salir victoriosos en la hora de la prueba!

Una palabra de esperanza.

¿Qué llegó a ocurrir para que estos mismos discípulos que antes tenían miedo y fueron cobardes, luego fueran capaces de hablar de Cristo y no solo de hablar de Cristo, sino hasta estar dispuestos a morir por Él?
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos relata con claridad lo que cambió todo el panorama.
Cristo, habiendo resucitado, les ordenó a sus discípulos que no se fueran de Jerusalén hasta que el Padre enviara la promesa del Espíritu Santo. Esta vez ellos sí velaron, sí perseveraron en oración para recibir lo prometido y una vez que el Espíritu Santo vino sobre ellos, fueron capaces de hablar con denuedo la Palabra de Dios.
El apóstol Pedro fue capaz no solo de sufrir prisiones por causa de Cristo, sino que finalmente nos cuenta la historia que sufrió también muerte de crucifixión por causa de su fe en Él.

No somos conscientes de cuánto necesitamos la obra poderosa del Espíritu Santo en nosotros.
Aquí es necesario aclarar que la Biblia nos enseña que si somos cristianos el Espíritu Santo está en nosotros y con nosotros, Él es nuestro consolador y compañero inseparable. No necesitamos una experiencia adicional que algunos llaman el «bautismo del Espíritu».
Sin embargo, no podemos negar que muchas veces se nos manda a buscar con diligencia la «llenura del Espíritu Santo» y Cristo también le dijo a Sus discípulos que Dios lo da a quiénes lo piden. Entonces, en vez de pensar en una sola experiencia adicional, deberíamos anhelar muchas más experiencias con Dios que nos lleven a una comunión más íntima con Él y a una vida más santa.

Jesucristo dijo a sus discípulos:


«… Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?»


Lucas 11.13

Tenemos que hacer de esta petición algo constante en nuestras oraciones. Tenemos que pedir más y más del Espíritu Santo. Más de su influencia poderosa en nuestras vidas. Más de la fuerza que Él infunde en los momentos de prueba. Más de la valentía que se necesita para enfrentar al enemigo. Más de la santidad que Él otorga, haciéndonos más semejantes a Cristo. Eso es lo que hace el Espíritu Santo: darnos más de Jesús.

Pidamos con insistencia la llenura del Espíritu Santo y si la pedimos, busquemos esa llenura en la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo no actúa aparte de la Palabra de Dios. Busquemos saturarnos de la Santa Palabra para que ella gobierne todos nuestros actos y pensamientos, para la gloria de Cristo.

Que el siguiente himno, compuesto en 1887 por Eliza E. Hewitt sea nuestra oración:

Más de Jesús quiero aprender, Más de Su gracia conocer
Más de Su amor con que me amó, Más de Su cruz en que murió
Más quiero amarle, Más quiero honrarle,
Más de su salvación gozar, Más de su dulce amor gustar

Más de Jesús quisiera hablar, Más de Su comunión gozar
Más de Sus dones recibir, Más con los otros compartir
Más quiero amarle; Más quiero honrarle;
Más de Sus dones recibir, Más con los otros compartir

Más de Jesús ansío ver, Más de Su hermoso parecer,
Más de la gloria de Su faz, Más de Su luz, Más de Su paz
Más quiero amarle; Más querio honrarle;
Más de la gloria de Su faz, Más de Su Luz, Más de Su paz.

¿Desea usted más de Cristo?

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here