La Iglesia de Ayer

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Al final de este artículo viene un link para escuchar el cántico al cual se hace referencia: «La Iglesia de Ayer» usando la música del cántico gospel «Old fashioned meeting» compuesto por Herbert Buffum en 1922.

Oh cuan bello el recuerdo de la Iglesia de ayer, Cómo el pueblo cristiano adoraba al Señor, Sencillez, reverencia pero gran fervor, Al entrar en la Casa de Oración y loor 

Las iglesias evangélicas experimentaron cambios muy notorios a partir de la segunda mitad del siglo 20. Pero el hecho de que ya en 1922 un compositor de cánticos gospel escribiera un canto cuyo tema fuera “la manera antigua de las reuniones evangélicas”, demuestra que los cambios en las iglesias no parecen haber sido bruscos, sino que década tras década las iglesias fueron cediendo ante las sugerencias del mundo.

El estilo de adoración y la actitud en la Iglesia es algo que se fue descuidando paulatinamente hasta llegar al punto en que hoy muy pocos entienden que la Iglesia debería ser primeramente una “Casa de Oración”. Por eso hay tantos que se extrañan y se incomodan si se les pide puntualidad, reverencia y decoro en un culto.

Y ¡qué himnos cantaban, en la Iglesia de ayer!  Y elevaban plegarias reverentes a Dios;  Pecadores convictos se rendían allí,  el mundo abandonando, para a Cristo seguir 

Muchos evangélicos ignoran qué es un himno y nunca han visto un Himnario en sus iglesias. Esto prueba la desconexión histórica que sufre el evangelicalismo. Muchas iglesias sólo conocen los cantos compuestos en los últimos 20 años o 40 como máximo, y la himnodia y el Salterio de siglos pasados son completamente desconocidos o considerados anticuados.

¿Y las plegarias? – Se le enseña a las personas en muchos lugares a exigirle a Dios y declarar y decretar, pero las rogativas y la verdadera oración están ausentes. El culto de oración no está dentro de los programas de muchas iglesias.

Un incrédulo puede visitar una iglesia y sentirse cómodo al escuchar música pop muy similar a la que está de moda. La gente puede unirse a las iglesias sin asumir ningún compromiso, no tienen que dejar nada. Por eso, hay tantos que han «cambiado de iglesia», pero sus corazones nunca han cambiado y siguen tan mundanos como siempre.

Yo fui uno de aquellos, que en la Iglesia de ayer, escuché el Evangelio y sentí su poder; Cristo fue predicado y Su gran redención, Hubo gracia abundante, recibí salvación.

Muchos evangélicos modernos no pueden dar un testimonio de conversión y cayeron en la trampa en que habían caído tanto los católicos romanos como los de “Iglesias Estatales”, pensando que por haber nacido en un “hogar cristiano”, ellos automáticamente son cristianos. Los Metodistas del siglo 18 espantaron a muchos respetables clérigos de la Iglesia Anglicana cuando les decían que eran pecadores y que tenían que nacer de nuevo, y por eso, los expulsaron de sus iglesias. Pero ¡Oh tristeza», muchas iglesias Metodistas de hoy no permitirían a los hermanos Wesley predicar en sus iglesias, así como muchos Bautistas de hoy no soportarían la predicación de John Bunyan y muchos Presbiterianos de hoy no sufrirían la predicación de John Knox en sus iglesias. Lo mismo pudiera decirse de cada denominación evangélica y sus antiguos líderes.

Muchos ya se adaptaron a la modernidad  sin pensar se rindieron ante la vanidad  Y dejaron la Biblia y su centralidad  Por entretenimiento y mundanalidad

Las diferentes denominaciones evangélicas se fueron rindiendo ante la presión del modernismo. La llamada “guerra por los estilos de adoración” que se libró en los años 1980´s, en la cual ciertos sectores conservadores trataron de defender un estilo sobrio, se perdió ante los promotores de la llamada “Música Cristiana Contemporánea”. Aclaro que esta afirmación de que la guerra se perdió se basa en los números, porque quedan pocas iglesias cuyo estilo de adoración se mantiene conservador o tradicional.

El problema es que este no era un asunto de “estilos de música” solamente, era un asunto de enfoque. ¡Los cultos dejaron de estar centrados en la Biblia!

En la tradición evangélica la Biblia había sido el centro de todo, por eso les llamaron «el pueblo del libro». Se cantaba la Palabra de Dios expresada en himnos y cánticos espirituales, se leía la Palabra de Dios de manera sistemática, se enseñaba la Palabra de Dios y se predicaba la Palabra de Dios. El evangélico conocía su Biblia. Hoy en día hay evangélicos que no pueden recitar los libros de la Biblia y se asombrarían si el predicador menciona un profeta llamado Habacuc o una epístola dirigida a Filemón.  Pero eso sí, tienen todos los artefactos necesarios para un sonido espectacular y una plataforma llena de instrumentos para la banda que se encarga de entretenerlos al punto que el culto es básicamente música, música y más música. La actividad que se realiza en ciertas iglesias se parece más a un espectáculo y a un concierto de rock que a un culto en una Casa de Oración.   

El Señor nunca cambia, Su Palabra es fiel, A las sendas antiguas hoy debemos volver; Estrategias humanas hay que rechazar La Ley y el Evangelio debemos predicar                               

El Dios que se ha revelado a sí mismo en la Biblia se nos muestra claramente como un Dios Santo. Santo más allá de nuestra comprensión y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la adoración se presenta como un acto solemne y espiritual. No es algo carnal. El incrédulo que visita una iglesia bíblica, debería muy pronto percibir que él carece de la actitud de los adoradores y que esto no es algo sentimental o emocional solamente. No es que los sentimientos y las emociones no estén involucrados, pero no es una manipulación de sentimientos o emociones la que lleva a estos adoradores a exaltar a Cristo.

Algunos evangélicos parece que todavía desean ganar almas para Cristo, pero le dan a los mundanos lo que los mundanos quieren en vez de darles lo que ellos necesitan.

Lo que los pecadores necesitan es arrepentirse de sus pecados y creer en el Evangelio, pero ¿cómo se va a arrepentir el pecador si no conoce la Ley de Dios que le muestra la condenación que merece? ¿Cómo apreciará el Evangelio del bendito Salvador si no se ha sentido perdido y condenado?

Coro:

    Era un culto sencillo, en la Iglesia de ayer,  donde se percibía la presencia de Dios  El Espíritu Santo en cada sermón,  Exaltaba a Cristo, revelando Su amor

Así era el culto bíblico, sin artificios humanos. No se necesita la pompa y superstición de la Iglesia medieval, lo que se necesita es percibir la presencia de Dios que Él prometió a los que se reúnen en el nombre de Cristo. Tristemente ciertos evangélicos “sienten” o “no sienten” la presencia de Dios y es una percepción subjetiva emocional. De eso no se trata.  

El poder transformador del Espíritu Santo no tiene que ver con excesos emocionalistas que tienen un efecto temporal pasajero. El Espíritu Santo actúa por la Palabra predicada para que todo el que creen experimente el amor salvador de Jesucristo.

Los escritos de los primeros siglos de la era cristiana muestran que el culto cristiano, es decir, la adoración a Cristo era un evento solemne pero sencillo. Los Reformadores del siglo 16 siempre defendieron sus liturgias que procuraban asemejar a la de la iglesia primitiva.

Oremos por un derramamiento del Espíritu Santo para que en las iglesias se restaure una adoración bíblica y la proclamación de la Palabra de Dios y la fiel administración de las ordenanzas sagradas (sacramentos) cumplan su propósito. Veremos entonces genuinas conversiones de pecadores rindiéndose a Cristo al ser testigos de Su poder trasnformador.

Justino Mártir que vivió en el segundo siglo escribió:

En «el día que se llama «del sol»» se reúnen todos los cristianos del campo y de la ciudad, y se leen en público los «Recuerdos de los Apóstoles», o los escritos de los profetas. El que preside la asamblea hace una exhortación para que el pueblo imite los ejemplos que se han leído. Los presentes elevan oraciones suplicando la gracia para permanecer fieles al mensaje evangélico. Tras las oraciones, se dan mutuamente el saludo de la paz. Luego «el que preside a los hermanos» recibe de la asamblea pan y un vaso de vino mezclado con agua, tributa alabanzas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y pronuncia «una larga acción de gracias». El pueblo responde «Amén». Los diáconos dan a cada uno de los asistentes una parte del pan y del vino mezclado con agua.

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