La Casa de Dios

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Según parece, muchos gobiernos no consideran las Iglesias y sus actividades como algo esencial. Por esta razón en ciertos lugares ya se están permitiendo actividades comerciales y de entretenimiento pero no actividades religiosas.
Algunos han tratado de ilustrar la necesidad de Iglesia como la necesidad de alimento, pero es obvio que para las autoridades eso de «alimentar el alma» no es algo para tomar en serio. Al final creen que existen muchos sustitutos para saciar el hambre espiritual.
Pero hay mucho más en la reunión de la Iglesia de Cristo que la nutrición del alma…

En una comunidad de Missisippi en los Estados Unidos, el edificio de una iglesia evangélica que quiso insistir en realizar reuniones de culto ha sido quemado. Los que realizaron este acto criminal dejaron un mensaje escrito en el parqueo de la Iglesia que decía:
«Apuesto que ahora sí se quedarán en casa, hipócritas»
Estas palabras indican claramente que los que quemaron este lugar de culto estaban muy enfadados porque los asistentes de esta iglesia decidieron no quedarse en casa.
La ironía es que los que quemaron el santuario llaman hipócritas a los cristianos por salir de casa pero ellos sí salieron de casa para realizar un crimen como este.

Este evento es lamentable y condenable, pero nos puede servir para reflexionar en ciertas verdades bíblicas al respecto de la Iglesia.

  1. Los que no tienen dentro de su rutina de vida reunirse para adorar a Dios no pueden comprender cuán importante es para los creyentes esa reunión.
    «el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.»
    I Corintios 2.14
  2. Las reuniones de la Iglesia no son algo que hacemos por obligación, son compromisos voluntarios que expresan nuestra devoción a Dios y nuestra necesidad de Él.
    «Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En la hermosura de la santidad.»
    Salmos 110.3
  3. En la reunión de la Iglesia los creyentes son bendecidos con la presencia de Dios de una manera singular según Su promesa para los que se reúnen en el nombre de Cristo.
    «donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
    Mateo 18.20

El Salmo número 84, expresa el sentimiento de un creyente en relación a la Casa de Dios.


«Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová, mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo»

Este es no es un lenguaje que puedan entender los que ven en la iglesia un simple acto rutinario. Entrar en el santuario es visto como una acción de deleite espiritual.

En el momento que fue escrito este salmo, la casa de Dios se refería al Tabernáculo o Templo en Jerusalén, lo cual con la venida del Mesías Jesucristo cambió según lo afirma el apóstol Pablo:


«Vosotros sois el templo del Dios viviente»
II Corintios 6.16

Esto mismo es confirmado en el Apocalipsis del apóstol Juan cuando el Cristo exaltado aparece caminando en medio de 7 candeleros de oro que representan a todas las Iglesias del mundo. Apocalipsis 1.20; 2.1

Los que confesamos ser cristianos deberíamos reflexionar seriamente para determinar si realmente pertenecemos a una iglesia que sea fiel reflejo de estas enseñanzas bíblicas. Es decir, deberíamos poder responder si la presencia de Cristo es percibida según su promesa y si la actitud de los asistentes en los cultos corresponde con esta creencia de la presencia de Dios.
Con tristeza debemos reconocer que algunos lugares de culto más pueden identificarse como lugares de entretenimiento y espectáculo que lugares en los cuales la presencia de Dios sea manifiesta.
En una carta que escribió el apóstol Pablo a los Corintios, afirmó que si la Palabra de Dios es fielmente enseñada y predicada, los asistentes reaccionarían ante tal don profético.


«…si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros

I Corintios 14.24,25
¿Es esto una realidad en nuestras iglesias? ¿Están provocando nuestros cultos la postración de los pecadores en reconocimiento de la presencia de Dios en medio nuestro?
Oremos por un derramamiento del Espíritu Santo en las iglesias para que la lectura bíblica y la enseñanza y predicación fiel de las Escrituras vuelvan al lugar preeminente que deben tener y produzcan verdaderas conversiones.

Las vidas transformadas por medio de la proclamación de la Palabra del Evangelio será el más claro testimonio de que la función de la Iglesia es esencial, es indispensable.

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