¿TEMES AL CORONAVIRUS?

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¿POR QUÉ YO NO LE TEMO AL CORONAVIRUS?

«…Jehová me dijo… y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.» Profeta Isaías4 8.11-13

¿Quiere decir que no debemos tomar precauciones en las Epidemias/pandemias?
¿Estamos acaso afirmando que los cristianos no podemos contagiarnos de enfermedades que se transmiten viralmente o por bacterias?

Debemos estar alerta ante los extremos del fanatismo y de la irresponsabilidad. Algunos quieren interpretar la Biblia afirmando que a los creyentes verdaderos nunca los va a afectar ninguna de estas plagas y tragedias y hasta ponen en duda la fe de los que acatan las medidas impuestas por las oficinas de Salud y suprimen las reuniones públicas.

Tal punto de vista se refuta fácilmente con los ejemplos bíblicos e históricos que comprueban lo contrario. La Biblia y la Historia relatan los casos de excelentes hombres y mujeres de Dios, personas piadosas y fieles que sufrieron enfermedades y diversas tragedias, contagios de enfermedades, incendios, terremotos, etc., a pesar de haber sido creyentes ejemplares.

Hay gente que anda en busca de conjuros u oraciones mágicas que los libren de las penas de esta vida. Para satisfacer esas demandas aparecen los falsos profetas que les dicen lo que ellos quieren oír y claro, tendrán que pagar el precio por sus servicios. Es impresionante el hecho de que hasta botellas de alcohol santificado se han atrevido a ofrecer algunos farsantes.
En el tiempo del profeta Jeremías, ocurría lo mismo, él escribió lamentándose:

«!!Ah! !!Ah, Señor Jehová! He aquí que los profetas les dicen: No veréis espada, ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera.» Jeremías 14.13

¿No ocurre lo mismo en nuestros días?
La gente tiene afinidad por las religiones que les prometan que vivirán bien en este mundo, pero no parecen estar tan interesados en qué ocurrirá con sus almas el día que mueran.

Los creyentes vamos a cuidarnos y a seguir las recomendaciones que los expertos nos indican porque el mandamiento del amor nos manda a cuidarnos nosotros y a proteger a nuestro prójimo, pero no tenemos pánico porque sabemos que El que controla todas las cosas es nuestro Dios, Aquel que nos ha adoptado por medio de Su HIJO Jesús.

Por otro lado, están aquellos que piensan que con la aplicación de medidas sanitarias extremas se van a librar del contagio. A esos los veremos aplicando medidas super-estrictas y haciendo de estas medidas un tormento para sí mismos y para otros, entrando en una paranoia que los lleva a una continua intranquilidad por más minuciosos que sean en el protocolo anti-contagio.

El Salmo 127 dice:

«… Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia»

Esto no significa que tenemos que dejar de velar. Es nuestra responsabilidad velar y estar en guardia. Pero debemos reconocer que sin el favor de Dios toda guardia será insuficiente para proteger la ciudad o cualquier otra cosa que esta «ciudad» representa.

Debemos seguir los protocolos de salud, pero no son los protocolos los que nos librarán del virus. Tengamos esto claro, si no nos contagiamos es por la misericordia de Dios. No creamos que nuestra precaución o inteligencia es la que nos libra del virus. Los precavidos e inteligentes se pueden contagiar.

Los creyentes no debemos entrar en pánico. Si a pesar de los cuidados Dios permitiera al virus entrar y eso nos llevara a la muerte, eso no representa una tragedia para nosotros. La Biblia dice que la muerte de los cristianos es estimada a los ojos de Dios (Salmos 116.15) y el apóstol Pablo dice que morir es ganancia porque al morir estaremos con Cristo. (Filipenses 1.21)

Esta crisis viral está siendo útil para que salgan a la luz muchos sentimientos y pensamientos que deben ser considerados.

¿Cuál es su actitud ante esta crisis? ¿Tiene pánico de contagiarse? ¿Tiene miedo de morir?
¿Tiene usted una falsa esperanza? ¿Está usted comportándose con una valentía ficticia pensando que a usted no le va a pasar nada?

En 1998, hace 22 años, yo era promiscuo y no utilizaba la llamada «precaución» en las relaciones sexuales. Fui contactado por una de las parejas sexuales que tenía para advertirme que un diagnóstico reciente había salido «Seropositivo».
Para mí fueron días y meses de gran angustia pensando en la vergüenza y el estigma que en aquellos años tenía ese diagnóstico y también el sufrimiento que causaría a mis seres queridos cuando se enteraran.
Pero una prueba tras otra dieron un resultado negativo en mi caso.
En el pasado ya había tenido sospechas de enfermedades de transmisión sexual y los diagnósticos habían salido «limpios«, pero en esta ocasión las posibilidades eran muy desfavorables.
Dios quiso usar esta circunstancia para hacerme reflexionar sobre la vida y la muerte y caí en cuenta que si no moría de un virus moriría de alguna otra cosa y no estaba preparado para morir.
Dios se apiadó y tuvo misericordia y me trajo al conocimiento de la Verdad por Su gracia me salvó y me transformó.

Hoy medito en la forma en que Dios preservó mi salud física para luego salvar mi alma y puedo confirmar que Dios está en control de todo.
Por eso no le temo a ningún virus.
Repito que eso no significa que voy a propiciar el descuido en cuanto a las medidas preventivas. Eso sería tan absurdo como pensar que porque Dios nos perdona nuestros pecados, podemos ahora pecar libremente.

Solamente quisiera que entendiéramos que las medidas preventivas son el medio por el cual Dios puede guardarnos. Pero si Él no nos guardara, ni siquiera las medidas preventivas más estrictas serán eficaces. Y de igual manera, muchas veces Dios nos preserva, a pesar de nuestros descuidos. Lo hace por misericordia.

Espiritualmente es igual, tenemos que guardarnos diligentemente para no pecar pero seguimos pidiendo a Dios «no nos dejes caer» y «líbranos del mal«.

He conocido personas que son portadores del VIH y no han desarrollado la enfermedad y también he conocido personas que están sufriendo las consecuencias de ese virus, y a todos les insisto en lo siguiente: No es al virus lo que debemos temer es a Dios que tiene el poder y derecho de enviarnos la muerte a través de ese virus.

Temer a Dios es darle a Él el lugar que sólo Él merece, entendiendo que Él tiene nuestras vidas en Sus manos.
Si así lo entendemos, nos acercaremos a Él reconociendo que nuestros pecados nos hacen dignos de condenación, pero nos acercaremos confiando en el perdón que Cristo ofrece a los que con humildad suplican la salvación. Temer a Dios es esforzarse por conocerLo para no ofenderLo. (Job 28.28)

¿Teme usted a Dios? ¿Le importa haberlo ofendido?
La ofensa más grande contra Dios es el rechazo a Su Hijo Jesucristo. Debemos reconocer a Cristo como Señor y Salvador y dejar nuestro propio camino para aprender a vivir según el Camino que Él nos trazó.

La razón para la tranquilidad y paz que gozamos los cristianos está en la promesa de Cristo que nos dijo que estaría con nosotros todos los días y hasta el fin del mundo (Mateo 28.20)

Nuestros antepasados en la Fe sufrieron mucho más que el contagio de un virus y todavía en la actualidad hay quienes por la causa del cristianismo están sufriendo maltratos y persecución. Para ellos y para nosotros son las palabras de nuestro Salvador.

«… no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.»Evangelio de Mateo 10.28

Por esta razón sigo insistiendo como en los artículos anteriores, No le tengamos miedo a lo que todo el mundo le tiene miedo.

Tengamos Temor de Dios.

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