Cuatro necesidades del Creyente: (4) La necesidad de orar la palabra predicada

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Por Al Baker (Ministro de la Iglesia Presbiteriana en América)
Traducido con permiso por Alexander León.

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”Hechos 2.42

Santiago el apóstol, en su carta a las doce tribus que estaban esparcidas, procuró traerlas de vuelta a la cultura de avivamiento que ellos habían inicialmente experimentado en el día de Pentecostés, unos quince años antes cuando 3000 de ellos fueron salvados por medio de la predicación de Pedro. Los santos habían vuelto a la insensatez durante los últimos quince años, y Santiago no se guarda nada. Su mensaje golpea duro. En cierto punto él esgrime la espada del Espíritu al confrontarlos por su falta de oración. Él dice,

“… no tenéis lo que deseais porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, para gastar en vuestros placeres” (Santiago 4.2-3)

Las cuatro necesidades para cada creyente, las cuales surgen de una adoración bíblica son la predicación de la palabra de Dios que trae convicción, penetra al corazón, mueve a los feligreses al arrepentimiento y la fe; la comunión que mueve a la gente en pequeños grupos para apropiarse de la palabra predicada; la Cena del Señor que los alimenta y nutre de Cristo mismo y que promueve santidad en ellos; y orar la palabra predicada hasta que sea asimilada, hasta que sean transformados por esa palabra predicada.

Una mirada superficial a lo que se considera oración en nuestras congregaciones nos hace ver que está tristemente desprovisto de las características de la oración en avivamiento. Tenemos la tendencia a orar por el cayo del pie de la tía Berta; o por aquello que parece casi igual a las causas de los predicadores del evangelio de la prosperidad, pidiendo por un aumento de salario o la finalización exitosa del proyecto en la nueva casa del lago.

Ahora, sabemos que podemos y debemos orar por cualquier cosa con acción de gracias (Filipenses 4.6), pero debe haber un propósito mayor en la tía Berta que el alivio del cayo de su pie o un proyecto de una segunda casa. El contenido de nuestra oración debe seguir el patrón de la oración del Señor.

Más aun, debemos buscar a Dios en razón del propósito último de nuestras oraciones, el cual es que Él sea glorificado en la conversión de personas de todo pueblo y nación. Debemos orar por una cultura de avivamiento como la que vemos en los Hechos – la poderosa presencia del Espíritu Santo que produce oración poderosa, predicación poderosa, conversiones poderosas, asambleas poderosas, santidad poderosa, generosidad poderosa, poderoso evangelismo personal, poderoso impacto social, poderosa oposición, liderazgo poderoso, todo lo cual lleva a la poderosa plantación de iglesias en el mundo.

¿Ha notado cómo mucha de la predicación que se escucha hoy en día se refiere más que todo a nosotros? En los pasados cuarenta años más o menos, la predicación psicoterapéutica ha tomado el lugar de la predicación profética que llamaba a la gente a la fe, al arrepentimiento y a una vida santa. Al final lo que debería importarnos más es la expansión del reino y señorío de Cristo en la tierra, que la gloria de Jehová cubra toda la tierra, como las aguas cubren el mar.

Entonces, en el contexto del culto de adoración, ¿cómo oramos la palabra de Dios predicada? Consideremos dos ejemplos. Digamos que el predicador habló sobre Malaquías 3.10 sobre el diezmo donde Dios dijo

“Traed los diezmos al alfolí… probadme ahora en esto dice el Señor, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré bendición hasta que sobre abunde”.

Así el predicador, mientras expone el texto, esgrime la espada del Espíritu al hacer una simple pregunta, ¿Está usted diezmando? ¿Está usted dando al menos el 10% de sus ingresos para la obra del Señor? Si el creyente dice en su corazón “No, estoy fallando en diezmar”, entonces debe ir a Jesús en la Cena del Señor, pidiendo ser limpiado y mientras bebe la sangre de Cristo, pedir gracia para poder confiar que Dios proveerá para su familia mientras se esfuerza por dar en obediencia y con fe. Con su grupo de hermanos después del sermón y de la Cena del Señor, deberían orar los unos por los otros y hablar estas verdades los unos a los otros hasta que penetren y se apropien de ellas. Y luego durante la semana, debe orar pidiendo a Dios que le dé gracia continuamente por Su Santo Espíritu para obedecer este mandamiento. El predicador procura semanalmente dar una palabra de parte del Señor a Su pueblo, extraída del texto, y la gente debe recibir esa palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas (Santiago 1.21)

Aquí va otro ejemplo. El pastor está predicando en Efesios 5.25.33,

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”.

Después de exponer fiel y cuidadosamente el texto  y de establecer la idea central del texto que el Espíritu Santo ha inspirado, el predicador debe desenvolver esta gran verdad, haciendo referencia a otros pasajes que ayuden a aclarar este tema, ilustrándolo, aplicándolo, y esgrimiendo la espada del Espíritu al preguntar “¿Maridos, están obedeciendo fielmente este mandamiento de amar a sus esposas de manera sacrificial?” Sin duda cada marido tendrá que reconocer que está fallando en alguna medida con respecto a esto. Entonces debe arrepentirse, pedir gracia mientras participa de la Cena del Señor, para ser limpiado por Cristo, para ser nutrido por el poder santificador y pedir gracia y poder esa semana para amar a su esposa sacrificialmente. Este hombre hablará estas palabras a otros en su grupo y durante la semana orará en sus tiempos a solas con el Señor, pidiendo Su gracia para poder cumplir con este requerimiento de amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella.

¿Pueden ver cómo mucha de la predicación moderna está incumpliendo su propósito? Nunca habíamos tenido tanta información bíblica y teológica como ahora, pero nunca los creyentes habían estado tan desprovistos de santidad práctica y de crecimiento en la gracia. Nuestros matrimonios no son mucho mejores que los de algunos paganos o ateos que conocemos. Hermanos míos, esto no debe ser así.

Pero cuando no estamos esforzándonos por suplir las cuatro necesidades de los creyentes – recibiendo el ministerio de la Palabra, teniendo comunión alrededor de la Palabra, alimentándonos de la Palabra y orando la Palabra predicada, entonces la anemia espiritual es predecible y el avivamiento se detiene.

Predicador, procure por todos los medios exponer fielmente el texto, pero no se quede ahí. Su gente necesita más que información bíblica dirigida a su mente. El pueblo necesita la palabra que penetre en sus corazones, llevándolos al arrepentimiento y al perdón, llevándolos a alimentarse de Cristo, animándolos a la comunión con otros creyentes en referencia  las grandes verdades que usted les ha predicado y tratado de aplicar y causando que vayan a orar por obediencia.

Y querido miembro de la iglesia, ore por su predicar para que predique de esta manera, y reciba la palabra implantada, aliméntese usted de Cristo en la Cena del Señor, en la comunión y en las oraciones hasta que pueda usted apropiarse de ello.

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