Richard Baxter 1615 – 1691 (Pastor Angligano No Conformista)
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Lee y medita mucho la Biblia en privado; así entenderás mejor lo que se predica en público y podrás distinguir si lo que se dice es de Dios o no. Si no conoces la Palabra, lo que se predique te resultará extraño y de poco provecho.
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Busca el lugar con la enseñanza más clara, definida y convincente que puedas hallar. Es inmensa la diferencia que hay entre ser enseñado por un predicador juicioso, claro, preciso y capaz, que por uno ignorante, ambiguo, indefinido y seco, cuya predicación es una mezcla de ideas sin digerir. Un maestro ignorante no te va a hacer un cristiano entendido, y uno que predica erráticamente no te va dar un crecimiento sano ni te establecerá bien en la verdad.
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No oigas la Palabra con un corazón descuidado como si no tuviera importancia para ti. Escúchala consciente de tu necesidad y de la responsabilidad e implicaciones de lo que oyes. Si entiendes lo que esa Palabra significa para tu alma y si la amas como la Palabra de vida, entenderás mejor cada verdad predicada. El que no ama ni necesita algo, no se interesa en oírlo; pro si entendemos la excelencia y necesidad de la Palabra, nuestro amor y atención serán estimulados y nos será fácil entender lo que se predica.
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No toleres que los pensamientos vanos, el descuido o el letargo estorben tu atención. Si no estás atento, ¿Cómo entenderás y aprenderás? Enfócate en la predicación de la Palabra como si allí estuviera tu vida. Se tan diligente en aprender así como tu pastor es diligente para enseñar. Si un predicador negligente y aletargado es malo, un oyente apático y amodorrado no es bueno. Dice Moisés: “Aplicad a vuestro corazón todas las palabras que yo os testifico hoy—porque no es cosa vana; es vuestra vida.” Si tú esperas que Dios oiga tus oraciones en la aflicción, ¿Por qué no vas a oír sus Palabras sabiendo que “el que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable” ( 28.9)?
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Pon atención al orden del sermón y a la doctrina en que está centrado. Primero porque eso es lo que el predicador quiere señalar, y luego por qué eso te ayudará a entender el resto, el cual depende y está relacionado a ello. Observa sobre todo los aspectos más importantes para tu alma y no te estés fijando en los detalles o aspectos ingeniosos; no seas como los niños que van a la escuela y lo único que hacen es rayar papeles con figuras inteligibles sin haber entendido su lección.
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Aprende primero los puntos esenciales de la doctrina, y procura que con cada predicación tu entendimiento de ellos se incremente más. Entendiendo bien las doctrinas esenciales podrás entender mejor las doctrinas no esenciales.
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Evita estas dos cosas: (a) apresurarte a explorar detalles doctrinales (que algunos llaman profundidades) antes de comprender bien lo esencial. (b) alimentarte de controversias secas y estériles y deleitarte con la hojarasca de palabras resonantes e impertinentes que no edifican entrando en discusiones vanas sobre formalismos y exterioridades.
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Cuando regreses a tu casa medita en lo que escuchaste hasta entenderlo bien (Salmo 1.2).
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Cuando tengas dudas, pregunta a los que te pueden ayudar y enseñar. Es señal de descuido y desprecio a la Palabra de Dios que alguien deje pasar el tiempo sin acercarse a sus pastores a buscar la explicación de sus dudas, teniendo ellos la capacidad, la responsabilidad y el deseo de enseñarte.
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Lee libros que puedan ayudarte a entender mejor las doctrinas que necesitas aprender.
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Ora fervientemente por sabiduría e iluminación del Espíritu ( 1.18; Hechos 26.18; Sant. 1.5).
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Practicar conscientemente lo que sabes, es la mejor y más excelente ayuda para conocer con solidez las verdades de Dios (Juan 12. 7, 17).