4 Amenazas Prácticas contra la Iglesia de Hoy

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Por Jared Longshore

Traducido con permiso por Alexander León

Artículo original en inglés  >>>>> AQUI <<<<<<<
Recientemente vi que los refugios para catástrofes (“doomsday bunkers”) están tomando importancia. Yo no soy del tipo que busca refugio subterráneo con comida enlatada. Pero, comienzo a mejorar en mi apreciación por aquellos que se identifican con amenazas verdaderas y toman medidas para refugiarse.
Cualquier cálculo de amenaza para la iglesia corre el riesgo de sonar universal y sin esperanza. Por eso, es necesario aclarar que: (1) Estas amenazas se comparten desde una posición privilegiada muy limitada. (2) Dios puede destruir esas amenazas con golpe de su  muñeca. Aquí están cuatro amenazas prácticas que detecta mi radar:
Enfrentamos la amenaza de no reunirnos con suficiente regularidad como iglesia. Si yo fuera el diablo, procuraría tener a los cristianos separados. Los convencería de que una hora a la semana es un tiempo suficiente para pasar juntos. Cuando yo era joven, tuve el privilegio de crecer en una iglesia donde me fue enseñada la Biblia varias veces a la semana. En las mañanas y tardes del Domingo y los Miércoles por la noche, yo pasé por lo menos 8 horas a la semana con el pueblo de Dios, mucho de ese tiempo lo pasé escuchando las verdades bíblicas. No tengo idea de cuántas penas he sido librado y cuántas bendiciones he recibido de los medios de gracia mientras gente común me servía la Palabra de Dios. Muchos cristianos hoy se reúnen solo esporádicamente las mañanas de Domingo. Ninguna organización, escuela, ejército o iglesia puede sobrevivir si se reúnen poco. Dios nos manda a estimularnos unos a otros al amor,

“no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10.25).

Nuestra falta al no congregarnos no es solamente una falta de disciplina, sino de deseo. Simplemente no amamos la palabra de Dios y al pueblo de Dios como decimos amarlos. Agreguemos a eso un punto de vista inmaduro de lo que es la iglesia, y tendremos una vasta multitud de cristianos muy ocupados, pero no trabajando para edificar la iglesia en el mundo.
Neutralice esta amenaza con este libro: La membresía de la Iglesia por Jonathan Leeman.
Sufrimos la amenaza de estar centrados en nosotros mismos. En el diccionario Oxford del 2013 la palabra del año fue selfie (auto-foto). El Facebook no fue el que creó este fenómeno en el corazón humano, sino que ha revelado el monstruo-yo que estaba adentro. Las redes sociales son una bolsa mezclada que el enemigo ha usado para exacerbar nuestra obscesión con ser el número uno. La iglesia, sin embargo, progresa al dejar de mirarse a sí misma y poner la mirada en Cristo y preocuparse por otros.  La iglesia no puede funcionar apropiadamente si los miembros no se niegan a sí mismos. Es una receta para el desastre cuando comenzamos a pensar que la iglesia existe para que podamos expresar nuestros dones o cuando pensamos que la iglesia debe acomodarse a nuestras preferencias. Es común escuchar la frase: “Deseo ir a una iglesia con profundo compañerismo, predicación sólida y pasión por las misiones”. Pero, lo que necesitamos escuchar es: “En esta iglesia, voy a iniciar un profundo compañerismo, voy a promover la predicación sólida y me voy a sacrificar con el fin de que misiones apasionadas”. Las palabras de Pablo nos sirven bien cuando enfrentamos este peligro particular:

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2.3).

Neutralice esta amenaza con este libro Side by Side por Ed Welch
Enfrentamos la amenaza de ser flacos en la Biblia. Sí, hemos memorizado algunos versículos. Y cierta moralidad cristiana culturalmente aceptable nos sirve de guía. Pero, parece que cada vez más la gran mayoría de los evangélicos tienen muy poco de la Biblia en sus huesos. Cada cristiano está siendo discipulado por el mundo que le rodea. Por esta razón Pablo dijo:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12.2).

En ciertas maneras, me temo que hemos sido “Caananizados”. Dios tiene mucho que decir sobre cómo gastamos nuestro tiempo, cómo nos comportamos en el hogar, lo que vemos, cuándo y a quiénes nos sometemos, cómo gastamos nuestro dinero, y cómo criamos a nuestros hijos. Si nos apartamos de la Palabra de Dios en lo que se refiere a estos temas, y otros, estamos en serio peligro. Necesitamos ponernos serios en la tarea de cambiar nuestra mentalidad para que se ajuste a la palabra de Dios porque

“toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (II Timoteo 3.16-17).

Neutralice esta amenaza con este libro: Confía en Su Palabra por Kevin Deyoung
Enfrentamos la amenaza de temer a los hombres y no temer a Dios. El Evangelio demanda que temamos a Dios y no al hombre. Si vamos a amar a los hombres como debemos, entonces no podemos temerles. Cuando las autoridades les dijeron a Pedro y a Juan que dejaran de hablar de Cristo, ellos respondieron:

“Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” (Hechos 4.19-20).

Si uno toma una actitud así hoy, la gente lo mira a uno levantando las cejas, incluso si son cristianos. ¿Por qué ocurre esto? Hemos perdido la orientación. Respetamos a las personas a expensas de Dios. Dios nos ha mandado llenar la tierra con el conocimiento del Señor. Pero ponemos este mandamiento y otros a un lado cuando los hombres dicen que tal actividad es inaceptable. Hemos perdido un contexto para entender lo que dicen Salmos como el 2, 5 y 7. Y estamos perdiendo el lugar que corresponde en la vida cristiana a:

“Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (Eclesiastés 12.13).

Quiera Dios darnos gracia para orar con David

“… afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmos 86.11).

Neutralice esta amenaza con el libro: Cuando la gente es grande y Dios es pequeño de Ed Welch.
 

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