¿Ha sido tu fe probada?

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Traducido por Alexander León

Artículo e John J. Murray publicado por Banner of Truth

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Hay muchas concepciones erradas con respecto a la fe en estos días. Algunos piensan de la fe como si fuera un utilería, diciendo “Desearía tener la fe que tienes”. Otros piensan en ella simplemente como el medio de salvación, para librarnos del infierno. Mucha de la predicación Evangelística en los años recientes se ha direccionado de esa manera. Ellos dicen “Cree en el Señor Jesucristo, y serán salvo”, entonces se realiza una decisión como si no tuviera la implicación posterior de una vida de obediencia. Muchos tienen la impresión de que su ejercicio de fe los libera de la ley, porque después de todo… “Una vez salvos, siempre salvos«. Tal clase de fe es superficial.
¿Es esta la fe que se exalta de manera tan alta en Hebreos 11? En esa Oda a la fe, a Abraham se le da un lugar principal. A él se le referencia más que a ningún otro en la galería, como el padre de los fieles. Se hace mención de Abraham noventa y nueve veces en el Nuevo Testamento. Él representa un patrón que debemos imitar.
Hay tres cosas particulares en su vida que demuestran la naturaleza de la fe verdadera:

La Fe verdadera cambia nuestra perspectiva por completo.

En los tratos de Dios con Abraham tenemos el inicio de la actividad redentora que llevaría al desarrollo del Pacto de Gracia. Vemos tres cosas aquí:
La iniciativa divina: Abraham es un ejemplo brillante de la iniciativa divina. En el momento de su llamado él estaba viviendo en Ur de los Caldeos, “adorando otros dioses” (Josué 24.2) y en la oscuridad del paganismo. No pensaba en el Dios verdadero.
De pronto, como describe el mártir Esteban en Hechos 7.2, “el Dios de gloria apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia”. Lo describe como “el Dios de gloria” porque su manifestación personal es su gloria. ¡Qué clase de reacción esto debe haber producido en la mente de Abraham! Debió ser como la revelación que Isaías tuvo en el tempo, una revelación soberana y un llamado, y le fue concedida gracia para responder al llamado. Sucede lo mismo con todo el que es “nacido del Espíritu”.
Obediencia absoluta. “Por la fe Abraham, cuando fue llamado… obedeció” (Hebreos 11.8). Fue un llamado eficaz. Él no había cumplido el propósito de su existencia – glorificar a Dios. En vez de eso, él había destronado al Dios vivo y se había hecho ídolos de su propia imaginación. El llamado de Dios fue para traer a Abraham hacia sí mismo y debe haber entonces una respuesta inmediata e incondicional. Tenía que salir de entre los adoradores paganos y hacer de Dios su propio Dios y su herencia. La Palabra de Dios se volvió el todo para él y no hizo nada que Dios no le mandara. Como observa Thomas Manton: “La fe es nuestra vida, el alma que mueve el cuerpo entero de la obediencia”.
Separación para Dios: La perspectiva de Abraham cambió por completo. Antes vivía para las cosas de esta vida y las riquezas y honores de ella pero comenzó a vivir la vida en términos de su destino final. Fue liberado de su deseo de hacer de este mundo su hogar porque Dios le prometió una herencia. Esta herencia era “una patria mejor” y “una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Es la patria o país donde Dios habita. Él ha preparado esta patria para su pueblo y Él mismo es su herencia final. El plan completo se describe de una manera muy bella en el Progreso del Peregrino de Bunyan, donde vemos a Cristiano huyendo de la Ciudad de la Destrucción y su viaje a la Ciudad Celestial.

La Fe verdadera descansa en las promesas de Dios.

La segunda característica de la fe es la confianza en las promesas de Dios. El escritor todavía está hablando de la fe de Abraham pero ahora se vuelve a Sara. Ambos están involucrados porque se refiere a su descendencia. “Por la fe Sara recibió fuerzas para concebir” (v.11)
Parecía una situación imposible; Abraham de 100 años y Sara de 90. Ella había sobrepasado en mucho la edad de concebir. Cuando escuchó primero la noticia de un heredero, la incredulidad se apoderó de ella temporalmente y su fe tembló: “Se rió, pues, Sara dentro de sí” (Génesis 18.12). “Y Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18.13-14)
¿Qué produjo el cambio? Ella dejó de mirar el problema y comenzó a mirar al Señor, “porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (v.11). Ella desvió su mirada del problema y la puso en El que prometió. Él se volvió el objeto de su fe.
Dice Sinclair Ferguson:

… la fe verdadera toma su carácter y calidad del objeto en el cual está puesta y no de sí misma

¿Hay algo difícil para el Señor? Él creo el mundo de la nada (Hebreos 11.3). Él prometió y él hará que suceda. Abraham y Sara tuvieron un niño.

La Fe verdadera es probada.

La tercera característica de la fe verdadera es que es probada: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac” (11.7). Hay una tradición judía que dice que Abraham fue probado en 10 ocasiones diferentes. Si es así, esta debe haber sido la más dolorosa. El mandamiento prohibía quitar la vida e Isaac era el mejor regalo que había recibido de Dios. En Isaac, la promesa debía cumplirse y aun así, le estaba siendo quitado. ¿Actúa la providencia en contra de la promesa?
Pero Abraham creía que el Dios que le había prometido era capaz de levántalo aun de los muertos. De hecho él ofreció a Isaac en voluntad, corazón y afecto. Dios aceptó la voluntad en lugar del hecho, “porque ahora sé que temes a Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único” (Génesis 22.13) y “de entre los muertos… en sentido figurado, también lo volvió a recibir” (v.19)
Como cristianos no debemos temer las pruebas y tribulaciones. De hecho, una vida sin molestias es una gran causa de preocupación. Santiago comienza su epístola con estas palabras “hermanos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Santiago 1.2). Esta es la gran experiencia común del Redentor y de los redimidos, hay un propósito en ello, “sabiendo esto que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis completos y no os falte nada” (v.3-4)
Las pruebas y tribulaciones avientan la paja y producen perseverancia en una vida de obediencia sincera. Pedro, en su primera epístola, habla sobre el gozo de nuestra gran salvación, y luego trae la advertencia “aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. (I Pedro 1.6-7). El elemento genuino de la fe es probado por un proceso similar al del refinado de los más valiosos y preciosos metales. El resultado es lo que recibe la aprobación de Dios y redunda para Su gloria.
Muchos pasajes de la Escritura nos advierten de los peligros de una fe temporal y de una fe que fracasa. La fe de los cristianos hebreos estaba siendo conmovida: “No perdáis vuestra confianza” (Hebreos 10.35). El escritor luego dice “nosotros no somos de los que retroceden” (v.39), después de lo cual nos introduce inmediatamente a la galería de la fe, de quienes se dijo “todos murieron en la fe” (Hebreos 11.13). La fe dominaba sus vidas mientras los problemas abundaban.
Como decía Juan Calvino,

“el que ellos alcanzaran tales triunfos con tan limitados recursos debería avergonzarnos a nosotros”.

Lutero lo puso de esta manera:

“Cuando Abraham se levante en el día final, nos reprenderá por nuestra incredulidad y dirá: “Yo no tenía ni la centésima parte de las promesas que vosotros tenéis, y creí” (Tabletalk, 2009, p.233)

La nube de testigos está ahí para animarnos a perseverar hasta el final (Hebreos 12.1-4). Esta fe, como sostenía Lutero, es una gracia operativa, es una gracia que conquista, y finalmente, es una gracia victoriosa. ¡Que Dios nos conceda poseerla!
 
 
 
 

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