Extranjeros y Peregrinos

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peregrino

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” – I Pedro 2.11

Este ruego del apóstol Pedro es urgente para todos los cristianos, y la época en que estamos viviendo amerita que consideremos este ruego con mayor atención.

Este ruego recuerda a los creyentes su identidad en este mundo y les advierte a no identificarse con el sistema impío del mundo en que vivimos.

Así como los habitantes de un país se identifican con características como el idioma, la cultura y las costumbres, algo similar se espera de los cristianos que se identifiquen con el Reino de Dios. Sin embargo, el concepto del cristiano como un extranjero y un peregrino en este mundo parece estar ausente en las mentes de muchos evangélicos.

Lo normal es que el extranjero, conserve ciertos rasgos distintivos de su idiosincrasia y lo hace con orgullo. Procura conseguir lo necesario para cocinar los mismos platillos que comía en su país, sigue al tanto de las noticias y eventos de su país de origen y suele unirse con sus paisanos, formando colonias, es decir, compañerismo basado en la pertenencia al país de procedencia común.

Los cristianos de nuestro siglo parecen haber olvidado que son extranjeros en este mundo, y su adaptación al mundo es tan efectiva que ya los ciudadanos de este mundo no logran identificarlos como extranjeros. Muchos que se supone que son cristianos tienen el mismo “acento” del mundo, hablan como habla el mundo, se comportan como todos los demás y comparten los mismos gustos que el mundo tiene en cuanto a diversiones y entretenimiento, modas, etc.

Así como las colonias se reúnen en fechas importantes para sus países de origen, los cristianos tienen reuniones especiales que se llaman cultos.

Muchos cristianos no parecen interesados en ser identificados como extranjeros y su participación con los de su “colonia” es esporádica, asistiendo a los cultos desprovistos de pasión por el Reino de Dios.

El segundo adjetivo que usa el apóstol Pedro para referirse a los creyentes es “peregrinos”. Los peregrinos son caminantes, van hacia un lugar y se dirigen hacia ese lugar por jornadas, no pueden establecerse permanentemente porque su destino es lejano y tienen que continuar avanzando en la travesía.

La mejor alegoría jamás escrita con respecto a esto es el “Progreso del Peregrino” de John Bunyan, todo creyente debe leer este librito para ver si se identifica con la vida de peregrinaje que tiene todo verdadero cristiano.

Tristemente, muchos de los que se supone que son cristianos, parece que no van para ningún lado, parece que en este mundo están bien cómodos, bien establecidos. No parecen peregrinos.

Los creyentes de todas las edades fueron conscientes de que no pertenecían a este mundo y no querían quedarse aquí.

Como está escrito: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.” (Hebreos 11.13)

Hay una falsa enseñanza y muy dañina que se infiltró en muchas iglesias, que enfatiza la idea de que el cristiano tiene que reclamar el reino de Dios ahora, pero no como un reino espiritual, sino por la prosperidad material, salud física y el éxito en los negocios.

Con una perspectiva así, difícilmente esos cristianos podrán identificarse con aquellos que se describen en la carta a los Hebreos, de los cuales se afirma que saludaron con fe su futuro, y que se confesaron extranjeros y peregrinos en esta tierra.

La posición de los cristianos en este mundo como extranjeros y peregrinos debe incluir una clara definición en cuanto a los principios que abrazamos, y que aplicamos para la familia, las relaciones personales, el trabajo y la moral en todas las áreas de la vida.

Si los cristianos no tienen clara su identidad como extranjeros y peregrinos en este mundo, tampoco conocerán la batalla contra los deseos carnales.

Cuando el sistema de este mundo ofrece sus atractivos, el verdadero creyente se enfrenta a una batalla, porque debe resistir y no conformarse a este mundo. El mundo abraza formas de pensar, filosofías y estilos de vida que son contrarias a la fe cristiana. ¿Cómo enfrentamos estas influencias?

¿Cómo reaccionamos ante las formas de vestir carentes de modestia? ¿Nos abstenemos y batallamos, o nos rendimos?

¿Cómo reaccionamos ante los entretenimientos cargados de sensualidad pecaminosa? ¿Nos abstenemos y batallamos, o nos rendimos?

¿Cómo reaccionamos ante las diversas actividades que el mundo programa para el día Domingo? ¿Nos abstenemos y las rechazamos, o nos rendimos?

¿Cómo reaccionamos ante las filosofías humanistas que hacen caso omiso de la ley de Dios? ¿Batallamos, o nos rendimos?

En cada área de la vida tendremos que abstenernos de esos deseos que nos impulsan a seguir al mundo. Debemos batallar, resistir y seguir a Cristo.

¿Podemos identificarnos como extranjeros y peregrinos? ¿Estamos batallando contra el pecado?  ¿Eres de este mundo o estás peleando contra el mundo para agradar a Dios? – Que Dios nos enseñe cuál es nuestra verdadera identidad. Amén

Pr. Alexander León.

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