El arrepentimiento – La Nota ausente en la predicación actual.

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Por el Pr. Conrad Mbewe – Traducido por Pr. Alexander León. 

>>>>>>>>>>> Aquí el arttículo original  <<<<<<<<<<<

He observado con preocupación creciente cómo el arrepentimiento no es ya más un llamado claro en muchas de las predicaciones de hoy. Esto no necesariamente es así en todo el mundo, pero entre más escucho a varios  predicadores en suelo Africano confirmo que eso es así en nuestro continente.  La vasta mayoría de predicadores tratan al pecado más como una enfermedad que como un estado de rebelión. De ahí, que el remedio y su enfoque consiste más en la “liberación” que en el llamado al arrepentimiento. ¿Era ese el punto de vista prevaleciente en la Biblia?
El Arrepentimiento en el Nuevo Testamento.
Observemos a los predicadores del Nuevo Testamento. La predicación de Juan el Bautista se describe de esta manera: “En aquellos días vino Juan el Bautista en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:1,2).
¿Y qué leemos con respecto a Jesús?, exactamente lo mismo: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4.17).
¿Cómo describe la Biblia la predicación de los apóstoles en las Evangelios? “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.” (Marcos 6.12)
Cuando llegamos a los Hechos, es como si se hubieran abierto las compuertas de una represa.
En el día de Pentecostés, cuando a causa del sermón de Pedro la gente cayó bajo convicción y preguntaron a los apóstoles qué debían hacer, él respondió: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre del Señor Jesucristo para perdón de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 3:37-38)
Después de que la sanidad del cojo en el Templo, Pedro le dijo a la multitud reunida, “Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…” (Hechos 3:17-19)
Cuando Simón el Mago maliciosamente intentó aumentar sus poderes de hechicería, Pedro no le dijo que necesitaba liberación. Por el contrario le dijo “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de don se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hechos 8:20-23)
Eso con respecto a Pedro. ¿Y qué de Pablo? Cuando Pablo estaba predicando en el Areópago en Atenas, su sermón terminó con una poderosa confrontación: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17.30)
Luego, hacia el final de su ministerio, esta es la forma en la cual Pablo resume todo su ministerio: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” (Hechos 26.19-20).
Cuando el Nuevo Testamento estaba llegando a su cierre, Jesús envió siete cartas al apóstol Juan para que las remitiera a siete iglesias. Cinco de ellas incluyen un claro llamado al arrepentimiento. La primera dice: “Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y has las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:5)
El Arrepentimiento en la Historia y en la actualidad.
Evidentemente, el arrepentimiento no fue un asunto secundario para los predicadores del Nuevo Testamento. Fue la característica de la predicación poderosa de los ministros evangélicos a lo largo de los siglos. Lean las predicaciones de los padres de la iglesia antigua, de los Reformadores, de los Puritanos, los predicadores del Gran Despertar, etc., y se darán cuenta que de manera invariable se incluía el llamado a los pecadores para que se arrepintieran. En sus mentes, el pecado era primariamente un estado de rebelión y no solamente una enfermedad o esclavitud de lo cual la gente tenía que ser liberada.
¿Por qué nosotros, como predicadores del siglo veintiuno, todavía predicamos el arrepentimiento? ¿No causaré esto un alejamiento en las personas que resultará en iglesias vacías?
El arrepentimiento es una condición del corazón en la cual una persona admite su error y se vuelve, se aparta de ese error. Se resume de la mejor manera en Proverbios 28.13, “El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”. Entonces, el arrepentimiento incluye tanto la confesión como el abandono del pecado, lo cual surge de un corazón que reconoce su propio fallo  en cumplir las demandas de la ley de Dios.
En lo que tiene que ver con la salvación, el arrepentimiento es simplemente el otro lado de la moneda de la fe. Por esta razón es que algunas veces el llamado de los apóstoles simplemente se resumió como “Arrepentíos… para el perdón de vuestros pecados” (Hechos 2.37-38), y oras veces se resumía como “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16.31). Estas no son dos formas distintas de salvación. Estaban refiriéndose solo a un lado de la moneda. Por dicha, hubo ocasiones en las cuales los apóstoles resumieron su predicación de manera que incluyeron los dos lados. Pablo dijo: “… nade que fuese útil he rehuido anunciaros y enseñaros… testificando… acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20.20-21). Las dos cosas van juntas siempre.
¿Por qué el Arrepentimiento está ausente hoy?
Pienso que la primera razón es nuestra preocupación descontrolada por los números. Si predicas el arrepentimiento solamente podrás sostener a aquellos que se arrepienten, mientras que si dejas de predicar el arrepentimiento y en lugar de eso hablas de una manera más motivacional, todos querrán venir a escucharte. Haga su investigación y verá la razón por la cual los sermones de auto-ayuda se han vuelto la dieta principal en muchos púlpitos de hoy. Esos sermones atraen y mantienen a las multitudes. Y con las multitudes viene el dinero. Esa es la primera razón.
Sin embargo, hay una segunda razón a la cual tengo que referirme. Dentro del Evangelicalismo, hay una creciente opinión de que el pecado es primariamente una maldición de la cual las personas son víctimas y por eso necesitan ser liberados. Este es el punto de vista predominante en tierras Africanas. Por ejemplo, a los adúlteros crónicos, se les invita a sesiones de liberación en vez de llamarlos al arrepentimiento. Esto es incorrecto. Si Juan el Bautista hubiera pensado así, no habría confrontado al rey Herodes por su relación con Herodías, la esposa de su hermano. Más bien, le habría invitado a venir a la sesión de liberación en el desierto y de esa manera Juan se hubiera evitado la muerte  prematura (la decapitación).
La diferencia principal entre el nuevo movimiento de “liberación” y la antigua práctica evangélica de llamar al arrepentimiento es que esta última asume la responsabilidad del hombre por el pecado. El pecador no es víctima de una maldición generacional de la cual necesita ser liberado. El pecador es un rebelde que necesita rendirse de su guerrilla contra Dios. El pecador necesita salir de su arbusto con su AK47 en alto y convertirse en un ciudadano del reino de Dios.
¡Haber fallado en el entendimiento de esta diferencia, ha llenado las iglesias en África con cabras! Hombres y mujeres que no son confrontados con la maldad de sus pecados. No son guiados para que puedan ver que son rebeldes contra la majestuosa ley de Dios. No están experimentando convicción de pecado por el Espíritu Santo y no están viniendo al Salvador crucificado en arrepentimiento y fe. En vez de esto, vienen a los predicadores con sus problemas de deudas, esterilidad, falta de empleo, enojo, enfermedades, etc., para que los liberen de todo eso. Se le echa la culpa de todo a las maldiciones generacionales o a los demonios.
El fruto de predicar Arrepentimiento.
Recordemos que la salvación es una obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo utilizará nuestro mensaje de fe y arrepentimiento para atraer las almas. Aquellos a los que Dios va a salvar no huirán una vez que son confrontados con la realidad de su rebelión contra Dios. Ellos reconocerán que esto es verdad y el Espíritu Santo los llevará al Hijo de Dios para salvación. Ellos vendrán arrepentidos y creyendo, en respuesta al mensaje del evangelio.
Hay cierta indisposición al mensaje del Evangelio. Sí, se trata de buenas nuevas porque nos habla de un Salvador que fue enviado del Cielo para rescatarnos gratuitamente de nuestros pecados. Sin embargo, el mensaje viene con una condición para los que se benefician de él. La condición incluye el llamado al arrepentimiento. La gente no se vuelve Cristiana mientras están silban y se sienten bien con respecto a sí mismas. ¡Deben haber sido quebrantados por la convicción de pecado!
¿Deseamos ver iglesias en África llenas de verdaderos convertidos? Entonces restauremos la predicación del arrepentimiento en el lugar que le corresponde bíblicamente. Sí, al principio esto vaciará nuestras iglesias, pero eso no será una gran pérdida. La gente simplemente irá al lugar al cual pertenece. Sin embargo, conforme mantengamos fielmente el mensaje de arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo, el Espíritu Santo comenzará a atraer Su pueblo a sí mismo en verdadera convicción de pecado y conversión. Nuestras iglesias comenzarán a llenarse con personas que han sido verdaderamente salvadas y van para el Cielo. ¡Nuestra adoración se volverá verdaderamente espiritual porque brotará de corazones que conocen y ama al Padre, al Hijo y al Espíritu Sano!

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