Jeremías fue un profeta que sufrió la pena de ver la apostasía de su pueblo y que experimentó gran frustración porque no había ningún resultado visible como fruto de su predicación. Nadie parecía estar dispuesto a atenderle y más bien recibía desprecio y amenazas.
Las Biblia registra algunas de las oraciones de este profeta las cuales incluyen frases como estas:
– “… sabes que por amor de ti sufro afrenta” – (Jer.15:1)
– “!!Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra!” (Jer.15:10)
– “!!Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche…” (Jer. 9:1)
El libro de las Lamentaciones del profeta Jeremías es clara prueba de la clase de situaciones que experimentó en su vida y la clase de respuesta que recibió de aquellos a los que trataba de ganar para Dios.
Al inicio del ministerio de Jeremías reinó en Judá un joven llamado Josías, el cual trabajó arduamente para reformar el país, él estuvo dispuesto a volver a la Biblia, la cual había sido ignorada por mucho tiempo.
Esto es lo que registra el libro de los reyes con respecto al estado de Judá y las reformas realizadas:
“Y quitó a los sacerdotes idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos. – Además derribó los lugares de prostitución idolátrica que estaban en la casa de Jehová, en los cuales tejían las mujeres tiendas para Asera.” (II Reyes 23:5,7)
El pueblo parecía ser tan idólatra y tan inmoral como la gente de los países vecinos, y aunque el rey por la fuerza realizó importantes cambios, la Biblia nos dice que el problema continuó porque con el siguiente rey las cosas volvieron a ser como antes y la idolatría y la inmoralidad continuaron.
Cuando algo es muy popular, la influencia culturar es tan grande que son pocos los que escapan de ser arrastrados por la creencia o práctica que predomina en una sociedad. El pueblo de Judá profesaba la religión de Jehová, el Dios de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob y también decían honrar la memoria de Moisés por medio de quien habían recibido el Pacto de la Ley. Sin embargo, las prácticas supersticiosas y las creencias paganas abundaban en el pueblo tanto en el pueblo como en los líderes políticos y religiosos.
Nadar contra la corriente no es fácil, muchos prefieren buscar una posición cómoda y esa posición es llamada erróneamente “moderación”. Al igual que en la terrible época de Jeremías, los cristianos en la actualidad parecen ser incapaces de desechar costumbres y creencias del mundo que les rodea y pretenden seguir a Cristo sin dejar tales pensamientos y actividades.
Algunas costumbres y celebraciones de nuestra cultura occidental y americana parecen inocentes, pero los cristianos estamos llamados a vivir en un nivel de santidad que toma en cuenta no solo las costumbres, sino las motivaciones y los orígenes de esas costumbres.
Pocos cristianos están dispuestos a analizar primero las actividades en que se involucran para saber cuál es el enfoque de una celebración, cuál es su origen y qué provecho hay en involucrarse en tal cosa.
Por el contrario, vemos que son más y más las iglesias y grupos cristianos que sin discernimiento alguno incluyen en sus programas actividades que provienen del mundo por la única razón de que son muy populares y funcionan para atraer a más personas, sobre todo a los jóvenes.
El apóstol Pablo afirma que en el pasado los cristianos seguían la corriente de este mundo (Efesios 2.2) pero ya no debe ser así. Ahora somos llamados a apartarnos de toda especie de mal (I Tesalonicenses 5:22), a comprobar lo que es agradable al Señor (Efesios 5:10) y a aprobar no solo lo que es bueno, sino lo que es mejor (Filipenses 1:10)
Debemos vivir de tal manera que pudiéramos decir con limpia conciencia que deseamos que el mundo abrace lo que nosotros abrazamos y no al revés.
¿Estás siendo influido por el mundo y sus prácticas sin hacer un análisis apropiado de la procedencia y utilidad de aquello en que te involucras? Si es así, es como si te estuvieras convirtiendo al mundo en vez de procurar que el mundo se convierta a Dios.
Para Jeremías habría sido más fácil dejar su posición rígida y acomodarse un poco a la cultura en la cual le tocó vivir. Pero así como Dios advirtió a Jeremías para que se diferenciara procurando influir a los que le rodeaban, así nos advierte a nosotros. Puede ser que no veamos mucho fruto, como tampoco lo vio Jeremías, pero grandes promesas hay para los que se mantienen fieles.
Podemos confiar que la promesa hecha a Jeremías es para nosotros si también nos conservamos fieles como el profeta lo hizo:
“Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.” (Jer. 15:20-21)
¿Te estás convirtiendo al mundo o estás intentando convertir al mundo?
Que seamos fieles al llamado divino de la separación y nos conceda el Señor ser instrumentos en sus manos para la conversión de los que nos rodean. Amén
Pr. Alexander León
Devocional 1 de Noviembre, 2013 – Jeremías 15:19
“Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.” – Jeremías 15:19