Devocional 22/11/2013 – Salmos 25:1,2

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biblia
A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos. – Salmos 25:1-2

Aunque Dios es omnipresente, es decir, está siempre en todas partes, cuando deseamos comunicarnos con Dios debemos reconocer que nosotros estamos aquí abajo en un mundo material y temporal y que Dios es el Altísimo, y por esta razón, orar equivale a levantar el alma hacia Dios, porque está escrito que Él es Alto y Sublime, que habita la eternidad, que él es Santo y que habita en la altura y en la santidad (Isaías 57:15). Por esa misma razón otro profeta escribió: “levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos” (Lamentaciones 3:41)
Nunca debemos olvidar cuál es nuestra posición y nuestra condición para que así podamos acercarnos a Dios con la actitud apropiada.
Ahora bien, este acto particular de levantar el alma a Dios debe estar siempre unido con la voluntaria inclinación y postración de todo nuestro ser ante Él. Únicamente postrándonos ante su grandeza es cómo podremos levantar apropiadamente nuestra alma según lo que podemos comprobar en otros textos: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová” (Salmos 95:6) “Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; Él es santo” (Salmos 99:5, 9) “… postraos delante de Jehová, en la hermosura de la santidad” (I Crónicas 16:29)
De manera que, si deseas elevar tu alma al Señor debes inclinarte ante Él.
El salmista continúa su oración con la expresión, “Dios mío”. Esto es algo precioso y digno de ser considerado porque solamente los que caminan con el Señor, le aman y le obedecen pueden llamarle apropiadamente “Dios mío”.
Lamentablemente esa frase es usada como una expresión vana y la podemos escuchar de cualquier persona en cualquier situación sin la menor intención de dirigirse a Dios o de mostrarle reverencia. Desechemos enfáticamente esa conducta impía de estar mencionando a Dios de manera trivial. Si vamos a mencionar el nombre del Señor debe ser porque de verdad confiamos en Él, como lo afirma David en esa oración.
¿Confías en Dios? ¿Son tus oraciones verdaderas plegarias de clamor al Dios santo con la confianza de que Él las atenderá por la mediación de Su HIJO, nuestro Señor Jesús? ¿Crees que el Espíritu Santo lleva tu oración ante el trono celestial? ¿Confías en Dios de verdad?
Cuando David implora dirección, perdón y protección en este salmo, él era consciente de que sus enemigos podrían burlarse de él. Él sabía que sería una vergüenza para los que profesan fe, no recibir respuesta y auxilio del Dios en el cual dicen confiar.
Los enemigos del cristiano son muchos, pero básicamente los podemos resumir en tres: el diablo y sus huestes de maldad, la influencia del sistema mundano que predomina y la tendencia personal hacia el pecado.
Estos tres enemigos están esperando la oportunidad de burlarse de los que profesan fe en Jesucristo. ¿Cómo lo hacen? – Por medio de tropiezos y obstáculos y procurando que el cristiano caiga en pecado y termine amoldándose al sistema impío que predomina cayendo así en diversas tentaciones.
Cuando el cristiano se descuida y por torpeza, negligencia o rebeldía llega a caer en pecado, estos enemigos se burlarán y el cristiano sufrirá una terrible vergüenza.
Gracias a Dios hay una promesa para los que han confiado en Jesucristo, de que esta vergüenza no será permanente porque “… la Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10.11). Esto significa que ningún creyente caerá final o definitivamente, sino que eventualmente Dios en su misericordia y por fidelidad a su Pacto, rescatará nuestras almas del hoyo.
Sin embargo, debemos reconocer que sí hay posibilidad de sufrir repetidas vergüenzas temporales si no estamos alerta y nos descuidamos.
David continúa su oración rogando por aquello que será lo que le librará de sufrir burlas de los enemigos y pide esto al Señor: “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos, enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación” (Salmos 25:4-5)
Hermanos míos en Cristo, ¡no seamos insensatos!, no tomemos riesgos que nos lleven a sufrir vergüenza y burlas por parte del enemigo. ¿Cómo evitarlo?” – Levantemos nuestras almas en oración rogando por la dirección y protección divinas. Seamos obedientes a esa dirección divina que tan claramente se nos enseña en la Biblia y evitemos que el enemigo se alegre.
Confiemos y seamos fieles al Dios de nuestra salvación. Amén.
Pr. Alexander León

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