Devocional 28 de Octubre 2013, Jeremías 10:19

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biblia
!!Ay de mí, por mi quebrantamiento! mi llaga es muy dolorosa. Pero dije: Ciertamente enfermedad mía es esta, y debo sufrirla. – Jeremías 10:19

Las aflicciones son parte de vida de cada ser humano. El Señor Jesucristo advirtió a sus discípulos que en este mundo tendrían aflicción y les invitó a confiar en Él cuando estuvieran en angustia, confiando en la victoria que él obtuvo (Juan 16:33).
Sin embargo, es importante que al experimentar y lamentar por los sufrimientos, meditemos al respecto para que la situación sea de provecho a nuestra alma.
Sabemos que el sufrimiento, como cualquier otro mal, vino a la existencia por causa del pecado, pero debemos analizar si la tribulación particular que enfrentamos es consecuencia de nuestro pecado o del pecado de otros, porque Dios en su providencia se sirve del mal para corregirnos, para probar nuestra fe y para producir en nosotros un carácter santo.
En alguna medida, todos enfrentamos adversidades y sufrimientos, por lo tanto es importante examinar nuestro corazón para determinar si Dios nos está castigando por nuestro pecado o si está probando nuestra fe para fortalecerla.
Hemos leído el lamento del pueblo de Judá, que por la desobediencia y rebeldía que le caracterizó, llegó a sufrir invasiones, maltratos, hambre y muerte.
Hablar de un Dios que castiga es inaceptable para muchos hoy, pero el Dios de la Biblia se revela a sí mismo como un Dios que castiga tanto a sus enemigos como a sus hijos, aunque con diferentes propósitos.
Cuando Dios castiga a sus hijos no lo hace para destruirlos, más bien como Padre amoroso aplica el azote para el bien de nuestras almas. Más adelante en el mismo capítulo podemos leer:
“Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles.” (Jeremías 10:23-24)
Dios no es como algunos padres humanos que castigan a sus hijos con crueldad, para desahogar su enojo y sin intención verdadera de corregirlos. La Biblia enseña el propósito de la disciplina de Dios.
“…Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” (Hebreos 12:5-6)
El amor de Dios no es el de un padre irresponsable, Él actuará para corregir nuestras desobediencias y que enmendemos nuestros malos procederes.
Aun así, Dios no actúa de inmediato cada vez que pecamos, las Escrituras confirman la amplia misericordia de Dios y la experiencia nos demuestra también que Él es muy paciente. – “tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia” (Jonás 4:2)
Sin embargo, nunca debemos abusar de la gracia del Señor porque tampoco sabemos cuán fuerte será el azote una vez que el Señor lo aplique, porque aunque en el caso de los creyentes ese castigo no es para condenación, no dejará de ser muy doloroso.
No seamos como los rebeldes que al recibir un castigo, reaccionan con soberbia diciéndose a sí mismos “No me dolió”, porque esa actitud traerá peores consecuencias.
Si el sufrimiento que estamos enfrentando es causa de nuestro pecado, debemos reconocerlo y realizar las correcciones pertinentes con urgencia, entendiendo que el castigo es una muestra del bendito y paterno Amor divino.
En sus advertencias a la Iglesia en Corinto, el apóstol Pablo aclara la razón de la condición en que algunos se encontraban: débiles espiritualmente, físicamente y algunos hasta habían muerto:
“Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” (I Corintios 11:30-32)
Si eres un creyente verdadero, si eres un hijo de Dios, ¿por qué debes esperar a que el Señor te azote para corregir tu comportamiento? ¡No seas insensato! ¡Aprovecha el tiempo de su paciencia antes que sea demasiado tarde!
Si te deleitas en tu pecado, si puedes pecar sin experimentar un pronto quebranto y si tu alma no agoniza por causa de tus rebeldías, No eres cristiano, Dios no te castigará para corregirte, lo que te espera es la condenación si no te arrepientes.
Pero si puedes confirmar por experiencia que el creyente que cae en pecado se siente el ser más miserable de esta Tierra porque el dolor de traicionar a Cristo es mayor que cualquier otro dolor, entonces confía en la misericordia Divina, porque Él no te dejará caído para siempre. Si tu “enfermedad” es de pecado, debes sufrirla y aprender la lección pero no llegar a la desesperación. Considera esta promesa:
 “el día que vendare Jehová la herida de su pueblo, y curare la llaga que él causó.” (Isaías 30:26)
¡Ven al Señor! ¿Es muy dolorosa tu llaga? Él vendará la herida y Él curará la llaga. El que te ha castigado es el mismo que espera que vengas a Él por alivio. Amén
Pr. Alexander León.

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