Devocional Virtual – 19 Sept. 2013 – Isaías 33:14

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Los pecadores se asombraron en Sion, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? – Isaías 33:14

Sión es el nombre de una fortaleza que conquistó el rey David cuando venció a los jebuseos de Jerusalén (Jebús era el nombre de Jerusalén). Por extensión el nombre Sión se usa para designar a Jerusalén.
El significado espiritual de Jerusalén (Sión) es la Iglesia (Hebreos 12.22). La iglesia es también la columna y baluarte de la verdad (I Tim. 3.15) y entonces debe cumplir el propósito de Dios proclamando la verdad del Evangelio para que los pecadores sean confrontados con respecto a lo que creen y cómo viven.
Sin embargo, tenemos que reconocer que hoy en día muchas iglesias se han vuelto lugares confortables para los pecadores impenitentes. Las personas se unen a las iglesias y siguen viviendo en pecado sin sentirse incómodos. Siguen hablando como hablaban, sus costumbres no han sufrido ningún cambio radical, participan básicamente de lo mismo que el mundo participa solo que en algunos casos se ha procurado mejorar la apariencia como quien pinta el exterior de una casa en ruinas con una delgada capa pintura, (una delgada capa de religión).
La iglesia no fue llamada para acomodarse al mundo, todo lo contrario, fue llamada para ser un ejemplo de santidad en palabra y en conducta de tal modo que los hombres lleguen a entender cuán Santo es el Dios al que adoramos los cristianos y se vean necesitados de salvación.
Este pasaje del profeta Isaías identifica a Dios con el fuego consumidor y con las llamas eternas y los pecadores deberían reaccionar con asombro cuando van a una iglesia y son expuestos a la predicación fiel de la Palabra de Dios, en el poder del Espíritu Santo y observar a una comunidad de creyentes cuyas vidas reflejan santidad. Pero cuando no hay santidad, los hipócritas nunca podrán ser sobrecogidos por ese espanto del cual habla Isaías, y será más fácil que sigan engañándose a sí mismos pensando que no son tan malos.
El profeta Isaías responde a la pregunta que plantearon esos pecadores:  “¿quién de nosotros?”, y lo hace presentándoles la ley del Señor. Veamos lo que dice: “El que camina en justicia y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala; éste habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras. Tus ojos verán al Rey en su hermosura”Isaías 33:15-17
Podemos comprobar aquí la utilidad de la ley de Dios que está destinada a producir en el hombre convicción de pecado y despertar su conciencia de la urgencia de salvación. La ley no salvará a nadie, pero le mostrará al pecador cuán urgentemente necesita al Salvador.
Cuando se predica correctamente el Evangelio, los pecadores serán enfrentados con la sublime santidad de Dios y se verán a sí mismos muy lejos de Dios y NO será sino hasta que eso suceda que la Buena Nueva de salvación comenzará a tener sentido.
Si no has reconocido que caminas en injusticia, si no has reconocido que tus palabras no son limpias y rectas, si no has reconocido que tu corazón es codicioso y que has cedido ante propuestas deshonestas, que no cerraste tus ojos para no ver cosas malas, sino que más bien buscabas la oportunidad de satisfacer tu lujuria mirando, entonces no sentirás ninguna necesidad de salvación y mucho menos anhelarás ver al Rey en su hermosura, como dice el texto.
¡Cuánto necesitamos que los cristianos hablen la verdad de Dios y vivan conforme a esta verdad! – Ruego a Dios que No caigamos en la trampa de las iglesias que hacen pensar a los incrédulos que no tienen que dejar nada, que lo importante es que asistan a las reuniones y actividades.
Pero también ruego que NO caigamos en la otra trampa de hacer pensar a los incrédulos que para ser cristianos lo que se necesita es dejar ciertos vicios y pecados y procurar “portarse bien”. ¡Eso tampoco es cristianismo!
Lo que se necesita para que alguien sea convertido es que llegue a ser consciente de cuán lejos está de lo que Dios pide y cuán incapaz es por sí mismo de satisfacer las altas demandas de la ley divina.
Cuando por acción del Espíritu Santo el pecador llega a este estado de convicción, entonces el Evangelio le ofrece la más preciosa y sublime salida a su situación de perdición: ¡Dios promete perdonar a todo el que se arrepienta y ponga su completa confianza en Su HIJO Jesucristo y en la eficacia del sacrificio que Él realizó!
Si no tienes intención de abandonar la mundanalidad y el pecado, no habrá lugar para ti en el lugar santo de Dios, pero si con corazón sincero clamas por salvación, Jesucristo te limpiará por la virtud de su sangre que derramó en la Cruz y podrás habitar con el Dios Santo y disfrutar de su gloriosa presencia para siempre. Amén.
Pastor Alexander León

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