Devocional 23/10/2012 – Bendita humillación

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Salmos 119:167
Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra.
Una palabra no grata para la mayoría: humillación. ¿Qué piensas de esto?
En general todos detestamos ser humillados. La humillación trae vergüenza y una gran incomodidad, es una situación muy desagradable en la cual nos podemos sentir burlados, despreciados, o al menos menospreciados y de poco valor. Pensemos un poco en esto.
La humillación es algo que se sufre cuando nuestros defectos, carencias, equivocaciones y fracasos son expuestos. ¿Le parece a alguien que esto puede tener algo de positivo?
En el Salmo que hemos leído, el escritor parece tener una perspectiva muy diferente de la realidad. Para él la situación de humillación le fue provechosa, porque le hizo entender que andaba descarriado. Así es, los valores del cristianismo son contrarios a los del mundo.
El asunto es el siguiente: mientras nosotros no reconozcamos que estábamos descarriados, seguiremos descarriados. Podemos estar muy seguros y mostrarnos orgullosos de nuestra conducta y de nuestras creencias, pero si estamos equivocados eso tendrá una consecuencia fatal. Vivir engañado y morir engañado es espantoso y lo peor es que sucede con muchísima frecuencia. Las personas tienen un concepto erróneo de sí mismas.
Mientras el ser humano se crea una buena persona, sus posibilidades de salvación son nulas. En cambio, cuando a raiz de terribles tropiezos, sufrimos la humillación que nos lleva a reconocer nuestra terrible condición espiritual, nuestra incapacidad de vencer el pecado y lo erróneo de nuestro camino, entonces comienza la esperanza.
A veces la gente piensa que los «descarriados» son únicamente los que sucumbieron a vicios muy notorios o adicciones, pero la Biblia nos dice que todos nos habíamos descarriado (Isaías 53.6).
El evangelismo de hoy, con sus diversos métodos y actividades, parece atraer a muchos, y en ese sentido pareciera ser exitoso, sin embargo, desde el punto de vista bíblico es ineficaz, porque no produce los frutos dignos del arrepentimiento y las vidas no están siendo transformadas radicalmente, más bien, lo que vemos son cambios superficiales y temporales.
En cambio, el Evangelismo bíblico incluye la necesidad de humillación y el reconocimiento de cuán descarriados hemos andado sin Cristo y de cuán necesitados estamos, para que entonces podamos comenzar a guardar Su palabra. Tenemos que reconocer que no estábamos guardando la Palabra de Dios y la verdad ni siquiera nos interesaba guardarla.
Por esta razón se hace tan necesaria esa humillación, para que pudiéramos reconocer esta realidad, de lo contrario seguiríamos en nuestro orgullo pensando que todo está bien o tal vez consolándonos a nosotros mismos al compararnos con gente que está en una condición espiritual peor. Siendo esto así, deberíamos poder decir como en el Salmo, «es bueno haber sido humillado», para que el orgullo sea vencido, la autosuficiencia, la confianza en nosotros mismos.
Muchísimas personas preferirán evitar aquella humillación y seguir aparentando que no se han descarriado y se acostumbran a fingir que todo está muy bien, prefieren seguir hablando positivamente. Este terrible auto-engaño es de lo más común.
Quiera Dios humillarnos y seguirnos humillando, para que lleguemos a ser verdaderamente humildes, porque está escrito que Él da gracia a los humildes (Santiago 4.6) y habita con el quebrantado y humilde de espíritu (Isaías 57.15).
¿Has sido humillado ya? ¿Te ha llevado la humillación a un clamor sincero y anhelante de recibir la gracia de Dios? O ¿eres de los que creen que son buenas personas? Mientras no abandones el orgullo que te hace pensar que eres buen cristiano, seguirás descarriado, pero si con humildad te rindes y dejas de fingir, alcanzarás misericordia.
Quiera el Señor que así sea. Amén
alj

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