De las reuniones de Avivamiento (Retiros, Campamentos, reuniones evangelísticas)

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¿Del avivamiento verdadero?

Este comentario fue escrito por el pastor inglés, J.C Ryle hace más de 150 años, pero estoy seguro de que nos servirá para analizar lo que ocurre con tanta frecuencia en la actualidad, ya sea en reuniones multitudinarias, en campamentos, retiros o incluso en campañas evangelísticas que se hacen en las iglesias.
 Sobre las reuniones de Avivamiento.
 Lamentaría muchísimo que lo que he dicho sobre las reuniones de avivamiento fuera mal interpretado. Para prevenir y evitar tal posibilidad ofrezco a continuación algunas observaciones a modo de explicación.  
Soy el primero en dar gracias al Señor por los verdaderos avivamientos. Allí donde tengan lugar y sean quienes sean los instrumentos que Dios pueda usar, yo elevo, con todo mi corazón, oraciones de gratitud al cielo. “Si Cristo es predicado” yo me gozo, sea cual sea el predicador. Si almas se salvan yo me gozo, sea cual sea el grupo o denominación del que haya brotado la palabra de vida.  
Pero es un triste hecho que, en un mundo como este, no podamos tener el bien sin tener también el mal. Por consiguiente, no vacilo en decir que una de las consecuencias del movimiento “avivacionista” – permítaseme el término – de nuestro tiempo ha sido la de originar un sistema teológico que me siento obligado a calificar de defectuoso y en extremo perjudicial.  
La característica más sobresaliente de este sistema teológico es la de que tiende a engrandecer, de una manera desproporcionada y extravagante, tres puntos de la religión cristiana:
1°. La conversión instantánea.
La invitación a los pecadores inconversos a venir a Cristo.
La posesión de cierto gozo y paz como prueba de la conversión.
Repito que estas tres grandes verdades – pues en realidad se trata de verdades – al ser presentadas de una manera tan exclusiva y parcial en ciertas reuniones, es motivo de gran perjuicio espiritual.  
No hay lugar a dudas de que pesa sobre nosotros la obligación de urgir a las gentes a una conversión instantánea. Pero no debemos dejar la impresión en la mente de la gente de que a menos que se experimente una repentina y poderosa conversión, todas las demás experiencias de conversión no son genuinas. La realidad es muy otra; además de la conversión instantánea existen otras formas de conversión que distan mucho de ser instantáneas.  
Pesa también sobre nosotros la obligación de urgir a las gentes “venir a Cristo” tal como son “y sin ninguna excusa”. Esta invitación constituye una verdadera piedra de ángulo en la predicación evangélica. Pero no debe olvidarse que de la manera que debemos instar a los hombres a que crean, debemos también urgirles a que se arrepientan. La gente ha de saber por qué ha de venir a Cristo, y el por qué de la necesidad que tienen de venir a Cristo.  
Debemos predicar la paz y el gozo que se encuentra en Cristo. Pero no debemos enseñar que la posesión de fuertes emociones y goces es esencial para la justificación, pues puede haber verdadera fe y verdadera paz sin estas muestras tan estruendosas de sentimientos. El gozo, por sí solo, no es evidencia cierta (o inequívoca) de una obra de gracia.  
En mi opinión, los defectos de este sistema teológico por el que abogan los “avivacionistas”, son los siguientes:

  1. Condicionan y limitan la obra del Espíritu Santo a un solo modo de conversión: la conversión instantánea. Pero bien sabemos que no todos los verdaderos convertidos lo fueron instantáneamente.
  2. En estas reuniones “avivacionistas” no se instruye suficientemente a los pecadores sobre la santidad de la ley de Dios, sobre la profunda pecaminosidad del hombre y sobre la culpabilidad del pecador. De poco sirve invitar incesantemente al pecador para que venga a Cristo, si éste no ha comprendido la razón por la cual debe venir y no ha experimentado ni visto sus pecados (como debería verlos).
  3. En estas reuniones “avivacionistas” no se enseña adecuadamente lo que sea la fe; de ahí que muchas personas crean que la fe no es más que un mero sentimiento, una emoción. Otras veces se enseña que la fe es el simple hecho de creer en el hecho de que Cristo murió por los pecadores y permitidme agudizar mi diatriba diciéndoos que con tal concepto resultaría que los diablos también son creyentes.
  4. En las reuniones “avivacionistas”, la posesión de gozo y certeza se proclama como esencial a la fe sin embargo bien sabemos que la certeza no es el ingrediente esencial de la fe; puede haber fe allí donde no hay certeza. No creo sea muy sano decir que tan pronto como uno crea, experimentará raudales de gozo. Estoy cierto que habrá personas que sin haber creído, se gozarán, mientras que otras, que habrán creído, no disfrutarán de ese gozo inmediato.
  5. En último lugar, pero no porque lo sea en importancia, en las reuniones “avivacionistas” se pierde mucho de vista la soberanía de Dios en la salvación del pecador, y la absoluta necesidad de su gracia previniente. Muchas personas hablan como si las conversiones pudieran “fabricarse” según los antojos humanos, y como sin o existieran versículos tales como el de que “no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16).  

El daño que este sistema teológico ocasiona es verdaderamente grande. Por una parte, hay creyentes humildes que se desaniman e incluso se atemorizan, pues llegan a pensar que no han gustado de la gracia pues no pueden hacer alarde de emociones y experiencias estruendosas propias de las reuniones “avivacionistas”. Por otro lado, personas verdaderamente extrañas a la gracia caen en el engaño de que se han “convertido” porque, como resultado de una excitación ardorosa y pasajera, han sido empujados a confesar a Cristo. Todo esto hace que la gente del mundo haga mofa y escarnio de la fe cristiana, y no tenga deseo alguno de oír el mensaje evangélico.  
Los antídotos para este estado de cosas – que yo tanto deploro – son pocos pero claros.

  1. Propongo que se predique “todo el consejo de Dios”, y según la proporción que la Biblia marca. No permitamos que dos o tres doctrinas preciosas del Evangelio arrinconen o hagan sombra a las demás.
  2. Deben enseñarse de una manera completa lo que sea el arrepentimiento y lo que sea la fe.
  3. Expóngase claramente la variedad de los modos de proceder del Espíritu Santo; y aunque se haga énfasis en la urgencia de una conversión instantánea, no se predique el que ésta sea la única conversión necesaria y verdadera.
  4. Exhórtese a aquellos que dicen haber encontrado una paz instantánea, a que no confundan la emoción con la fe, y que el “continuar en la Palabra” es la gran evidencia de una verdadera fe. (Juan 8:31).
  5. Nunca se rehuya instar a la gente a que “calculen el coste” de ser cristiano. Con toda honestidad debe decirse a las gentes que la profesión cristiana implica una guerra, además de una paz; que en el servicio de Cristo primero viene la cruz, y luego la corona.   

En la religión, toda excitación no sana debe temerse porque a menudo resulta fatal y desemboca en la ruina espiritual de las almas. Cuando grandes multitudes, de una manera instantánea y simultánea, son el objeto de grandes y poderosas impresiones, podemos estar seguros de que una excitación poco saludable se desencadenará.  
No tengo mucha fe en la genuinidad de estas conversiones que han tenido lugar en grandes reuniones y según los métodos “al por mayor”. No las encuentro en armonía con la manera de proceder de Dios en esta dispensación. En mi apreciación, el plan de Dios es el de llamar a los pecadores uno por uno; y cuando oigo que “grandes números” se han convertido instantáneamente, mi reacción es menos entusiasta que la de muchos. La obra misionera más efectiva y perdurable, no es el resultado de que gran número de nativos, en masa, se convierten al cristianismo. Y tampoco creo que en nuestro país las llamadas reuniones de avivamiento sean las más apropiadas para realizar una obra sólida y duradera.  
Hay dos pasajes de las Escrituras que desearía que los predicadores de nuestro tiempo desarrollaran con mucha frecuencia en sus mensajes. Uno de estos pasajes es el de la parábola del sembrador. No es sin motivo y significación que se nos menciona tres veces esta parábola en los Evangelios. El otro pasaje es el que concierne a las palabras del Señor Jesús sobre la necesidad de “calcular el coste” y las palabras que pronunció cuando le seguía una gran multitud. Vale la pena notar que en esta ocasión el Señor Jesús no lisonjeó a la multitud que le seguía, más bien les advirtió que consideraran las implicaciones, si decidían seguirle (Lucas 14.25)

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