Sobre la condición de las Iglesias de la Conveción Bautista del Sur

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Convención Bautista del Sur
Convención Bautista del Sur

Los Bautistas del Sur, una Denominación No Regenerada

por Jim Elliff

(Traducido por el pastor Alexander León – Iglesia Bautista Reformada en Los Lagos, Heredia, Costa Rica – Alexander.leon@fereformada.org )

 [Nota del traductor: La condición aquí descrita debe impulsar a seria reflexión porque lo que se describe no es muy diferente de lo que ocurre en otras denominaciones y en iglesias independientes también]
 
– “¿Cómo estás?”
– “Bien, a pesar de las circunstancias”
– “¿Cuáles circunstancias?
– “Bueno, mi brazo funciona bastante bien. Puedo moverlo un poco. Pero mi pierna sí me molesta”
– “¿Qué pasa con tu pierna?”
– “Creo que está paralizada. Casi no reacciona, excepto porque me traquea a veces, pero eso no es nada comparado con el resto de mi cuerpo”
– “¿Cuál es el problema?”
– “Según parece, el resto está muerto, porque huele mal y siempre se me caen pedazos de carne. Por eso mejor lo mantengo cubierto. Pero a pesar de todo me queda mi boca, que por fortuna funciona bastante bien. ¿Y usted cómo está?
Como la infeliz persona que se describe aquí, la Convención Bautista del Sur tiene nombre de que vive, pero de hecho, está muerta en su mayoría (Apocalipsis 3.1). A pesar de los recientes  logros [a principios de los años 80´s]  en cuanto a la decisión de volver a la Biblia, una mirada más cercana a la denominación nos da la impresión de un cadáver en vez de un atleta preparado para la carrera de esta vida. De forma inusual, comprender esta horrible realidad nos da esperanza para el futuro si actuamos con decisión.
La Realidad
De los 15.9 millones de miembros de la Convención Bautista del Sur, solamente 5.2 millones, es decir un 32.8%, se molestan en ir a la iglesia el Domingo en la mañana, según el departamento de Planeamiento e Información Estratégica de la Escuela Dominical en 1997. Si su iglesia es del promedio, y no una recién fundada, sus estadísticas han de ser similares. En la iglesia promedio, hay que restar de ese 32.8% porque de los que sí van a la iglesia son muy pocos los que se interesan en algún aspecto adicional de la vida de iglesia, por ejemplo ir al servicio de la noche. En otras palabras, sólo un tercio del 32.8 %, es decir un poquito más del 10% del total tienen algún interés en ir a las iglesias, muchas de las cuales son decididamente liberales y no predican el evangelio.
Esto sugiere que cerca de un 90% de los miembros de las iglesias de la Convención Bautista del Sur no parecen ser mejores cristianos que los “cristianos culturales” que hay en las denominaciones tradicionales protestantes (Anglicanos, Episcopales, Luteranos).
Voy a ilustrarlo en términos particulares mirando a algunas de las iglesias en las cuales he predicado recientemente. Podría ser cualquier iglesia Bautista en cualquier ciudad. En una ciudad había una asistencia asombrosa de 2.000 personas el domingo en la mañana; pero el registro de membresía era de 7.000 personas y solo 600 asistían a los domingos por la noche, es decir como un 10% del total de miembros. Otra iglesia tenía una membresía de 2.100, de los cuales sólo 725 visitaban la iglesia en la mañana del domingo y sólo un tercio de ellos regresaban en la noche. Esto representa menos de un 10% de la membresía.
Otra iglesia tiene una membresía de sólo 310 personas, pero también sólo 100 personas van al culto dominical en la mañana y 30 o 35 de ellos regresan en la noche. Todas estas son consideradas “buenas iglesias”, y tienen un nivel de liderazgo competente y también visión. Los enfermos y los que no asisten por estar fuera de la ciudad representan una pequeña minoría que no afecta las cifras que se dan. Especialmente es necesario notar que los miembros de los cuales hablamos son personas que han sido bautizadas. ¿Qué nos sugieren estos ejemplos, aunque sea de forma general?
 

Los Cristianos que no están no son Cristianos

Primero, estos ejemplos revelan que la mayoría de las personas que están registradas en la membresía de la iglesia dan poca evidencia de tener amor a los hermanos – una clara señal de no ser regenerados (I Juan 3.14). No es posible creer que estos cristianos tienen verdadero amor filial en sus corazones si no tienen comunión con los hermanos o si se presentan a la iglesia como un simple ejercicio de costumbre cultural. El amor es la marca más característica de un creyente genuino. (I Juan 3.14-19)
Segundo, estos números sugieren que aquellos que no vienen o que vienen al servicio dominical matutino por cumplir, están más interesados en sí mismos que en Dios. Para ponerlo en las palabras del apóstol Pablo, tienen una “mente carnal” y no una “mente espiritual” (Romanos 8.5-9). La atmósfera que más les agrada es la del mundo y no la de Dios. Pueden soportar un poco de Dios porque esto les hace sentir mejor con respecto a sí mismos. Pero más allá de esto, estos “cristianos” rechazarán cortésmente involucrarse más en la iglesia. Tal vez participen un poquito más para la Pascua o algún evento especial; pero en general sólo participan de la estéril ruta dominical acostumbrada de los fariseos.
Lo triste es que todas estas personas han hecho “la oración de fe” y “caminado al altar” alguna vez, y se les ha hecho creer que son Cristianos por aquello que sucedió, aunque nunca dio fruto. No son nuevas criaturas en Cristo (II Corintios 5.17). En muchísimos casos hay obvias señales de no haber sido regenerados en sus corazones, porque viven en adulterio, en fornicación, avaricia, y en pleitos. Estos son “cristianos profesos”, que la Biblia dicen que están engañados. (Ver I Corintios 6.9-11; Gálatas 5.19-21, 6.7-8; Efesios 5.5-6; Tito 1-16; I Juan 3.4-10)
Jesús explicó que había una buena tierra que era receptiva a la semilla del evangelio hasta que se volvía en una planta que produce fruto, pero que entre los pedregales se encuentran los creyentes que sólo “aparentemente fueron salvos”. Si la fe de un hombre no permanece y se acaba, entonces esa no era una verdadera fe salvadora. Nosotros sabemos y predicamos que si una vez fuimos salvos, siempre seremos salvos, pero esa fe temporal y falsa que no es la verdadera Fe es la que lamentablemente abunda entre los bautistas del sur.
En Juan 2.23-25 Jesús fue la pieza central en lo que se volvió una experiencia de evangelismo masivo donde un gran número creyó en El. Aún así, El no se confiaba de ellos porque “El conocía sus corazones”. ¿Es posible que hayamos incluido en las iglesias a millones de creyentes que nunca se arrepintieron, y cuyos corazones nunca cambiaron? Creo que eso es lo que hemos hecho. Nuestra denominación, aunque la amemos, está en su mayoría llena de no-regenerados. Sería terquedad o ilusión negar esta situación.
Hay quienes dirían que lo que pasa es que esas personas son “Cristianos carnales” y no merecen que se les califique de no-regenerados. Es verdad que los creyentes Corintios (a los que Pablo se refirió como carnales, I Corintios 3.1-3) actuaban “como hombres” en su espíritu partidista. Sabemos que los cristianos son capaces de cometer cualquier pecado excepto aquel que es imperdonable.
Sin embargo, no hay duda de que Pablo sospechaba que algunos de los Corintios eran incrédulos, porque más adelante les advierte con respecto a esta posibilidad en II Corintios 12.20 , 13.5. Una carnalidad larga, continua, que no se supera y de la cual la persona no se arrepiente, es la verdadera descripción de una persona no-regenerada. (Romanos 8.5-14; I Juan 3.4-10). Cuando Pablo llama a los Corintios “carnales”, no tenía la intención de aceptar un estilo de vida Cristiano que no tenía diferencia de los incrédulos, puesto que con vehemencia los exhorta al respecto en otros pasajes. Pablo escribió en la misma carta: “No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios. No os engañéis” (I Corintios 6.9-11). ¡Aparentemente desde esa misma época, había algunos que se engañaban a sí mismos pensando que un hombre o mujer injustos que profesara fe en Cristo podía ser un verdadero Cristiano!
¿Es el Seguimiento el Problema?
Se comete un gran error cuando se echa la culpa de este problema al hecho de que se da un pobre seguimiento a los creyentes, porque en muchas iglesias incluso con los programas de seguimiento la actitud persiste. Una iglesia que intentaba seguir a los nuevos creyentes que produjo una gran cruzada hecha por un gran evangelista internacional. El reporte del pastor a cargo fue que ninguno de los que “se convirtieron” mostraron interés en aprender a crecer como Cristianos. Según dijo. “Ellos huían de nosotros”.
He conocido algunas iglesias que hacen un esfuerzo extremo para discipular a los nuevos creyentes. Los felicito por eso, pero, como en los otros casos, tienen muy poco éxito. Han tenido que llegar a aceptar que aunque saben que los que hacen profesión de fe deben interesarse en seguir el Camino, son muchos, si no la mayoría, que simplemente no están interesados.
A los nuevos creyentes auténticos se les puede dar seguimiento porque ellos tienen el Espíritu, por el cual claman “Abba Padre” (Romanos 8.15). Pero simplemente no se le puede dar seguimiento a una persona muerta espiritualmente.
Fue la predicación de la regeneración, con una explicación de las marcas para reconocerla, lo que caracterizó el corazón del Gran Despertar. J.C. Ryle, al hablar a los predicadores del avivamiento del siglo 18 dijo que ni por un momento creyeran que había verdadera conversión si esto no estaba acompañado de santidad personal. Solamente esta poderosa regla puede conmover la cama de piedra de aquellos que duermen en Sión.
Enfrentando el Dilema
¿Qué debemos hacer? Yo sugiero cinco respuestas. Primero tenemos que predicar y enseñar con respecto a esto. Todos los escritores del Nuevo Testamento escriben con respecto a la falsedad y el engaño. Jesús mismo habló extensamente de la conversión verdadera y la conversión falsa, dando especial atención a los frutos de los verdaderos creyentes (Juan 10.26-27; Mateo 7.21-23; Mateo 25.1-13). Si esto genera duda en las personas, usted no tiene porque verlo negativamente. Un amigo me dijo, “La duda nunca envía a nadie al infierno, pero el estar engañado sí lo hace”. Los que dudan analizarán su situación y saldrán adelante si continuamos predicando la verdad. Contrario a lo que muchos piensan, No todas las dudas son del diablo. Hablemos sin temor todo el consejo de Dios. Nadie puede hacer que un verdadero creyente pierda su salvación, pero evitemos que un falso creyente continúe perdido.
Es cierto que puede ser que algunos lleguen a ser más escrupulosos de la cuenta y se lleguen a llenar de temor, pero son la minoría. La mayoría están muy confiados basándose en su falsa seguridad que les han enseñado y se sostienen por el pensamiento de que una vez hicieron “aquella oración de fe”. Con paciencia y cuidado hay que enseñarles que no hay nada que temer si son verdaderos regenerados, pero no debemos ser culpables de hacer que la gente albergue esperanzas falsas, porque hasta la gente sincera puede estar engañándose a sí misma.
Segundo, debemos tratar el asunto de los que persisten en el pecado dentro de nuestros miembros, incluyendo el pecado de no asistir a la iglesia como debe ser. Esto debe hacerse restableciendo la olvidada práctica de la disciplina eclesiástica. Cada iglesia debería tener reglas que le ayuden a saber cómo tratar los casos tanto de escándalo como el abandono de la casa de Dios o la asistencia irregular. Todos en la iglesia, incluyendo a los nuevos miembros, deberían estar familiarizados con las normas bíblicas de la disciplina en la iglesia. Jesús dijo que si una persona se trata con amor pero con firmeza, y es disciplinado por la iglesia, y aún así continúa sin arrepentirse, debería ser considerado como un “publicano y gentil” (Ver Mateo 18.15-17). Aunque David cometió pecados atroces, se arrepintió de corazón (Ver II Samuel 12.13; Salmo 51). Los cristianos deben mostrar siempre su arrepentimiento y la disciplina eclesiástica ayuda a realizar esto.
También tenemos que ir a los hogares de los miembros de nuestra iglesia, buscarlos para traerlos a Cristo, y si del todo no lo quieren, dejarlos en el mundo pues con esto demuestran que aman más al mundo que a Cristo. Esta es una labor básicamente pastoral.
Nunca debemos arrancar la supuesta cizaña del trigo (Mateo 13.24-30; 36-43), como si tuviéramos una sabiduría absoluta. Podemos equivocarnos. Sin embargo, la disciplina amorosa de la iglesia es un proceso cuidadoso por medio del cual el pecador que obstinadamente se resiste a mejorar su condición, termina usualmente por salirse él mismo de la iglesia, los sinceros se recuperarán. La iglesia está formada de pecadores arrepentidos, no de pecadores en rebelión con Dios.
Tercero, deberíamos ser más cuidadosos con la membresía de la iglesia. En mi opinión, la llamada pública al altar (costumbre desconocida antaño) frecuentemente presiona inconvenientemente a la gente. Hemos usado esta costumbre por nuestro deseo de ver a los perdidos convertirse. Aunque esta costumbre se volvió tan arraigada en los Bautistas en el último siglo, deberíamos estudiar más cuidadosamente si es conveniente realizar esos llamados de presión de forma evangelística. Hasta el siglo 19 las iglesias no tenían esta práctica y forma de llamado, hasta que Charles Finney promovió sus “nuevas medidas”. Antes de esta época se dejaba que la convicción fuera profunda en los pecadores para producir conversiones genuinas. Antiguamente no se utilizaban métodos especiales para llevar el evangelio, más bien se confiaba en que la predicación de la Palabra y la acción del Espíritu Santo eran suficientes para realizar milagros en los corazones. El gran predicador Bautista C.H. Spurgeon, por ejemplo, consiguió miles de convertidos sin utilizar la práctica del llamado a la decisión en el altar. Todo el mensaje se consideraba una invitación que si era aceptada en el corazón producía frutos de arrepentimiento.
No necesitamos inventar nuevos métodos para lograr que la gente responda al llamado y venga al altar, lo que necesitamos en más unción del Espíritu en la predicación. No podemos impedir a los pecadores que vengan a Cristo cuando realmente Dios los ha traído a Él. (Ver Juan 6.37). Cuando vemos que entre el 70 y el 90 por ciento de los que logramos que respondan al llamado muestran poca o ninguna evidencia de haber sido salvados en las primeras semanas o meses de su “emocionante conversión”, entonces deberíamos hacernos serias preguntas. Si queremos, podemos obviar el hecho de que la práctica de “levantar la mano” o de “venir al altar” no se menciona en la Biblia, simplemente seamos prácticos y reconozcamos que esta costumbre no nos está ayudando.
También, tenemos que tener más cuidado con aquellos que aceptamos en la membresía y que vienen de otras iglesias. La necia práctica de recibir nuevos miembros apenas llegan a la congregación debe ser abandonada. Y tenemos que poner mucha más atención y análisis a la conversión de los niños. Un gran porcentaje de las profesiones infantiles se olvidan en los años de adolescencia y de universidad (entre más independientes se vuelven, reflejan más su verdadera naturaleza)
Cuarto, debemos dejar de insistir en dar seguridad inmediata a todo el que suponemos que se ha convertido. Sólo el Espíritu Santo es el que da esta seguridad interior. Tenemos que dar las bases sobre las cuales se puede tener seguridad, pero no podemos dar la seguridad misma. Hay que estudiar I Juan con respecto a esto. ¿Cuáles son las cosas que fueron escritas para que podamos saber que tenemos vida eterna? (I Juan 5.13). Respuesta: El examen que el mismo libro da.
Finalmente, debemos restaurar la sana doctrina. El Avivamiento, según me doy cuenta al estudiar la historia, tiene que ver con la recuperación del evangelio. Las tres grandes doctrinas que se han exaltado en los avivamientos son: La Soberanía de Dios en la salvación, La Justificación por la Fe sola, y la regeneración que produce un fruto reconocible. El Avivamiento consiste en mostrar a Dios, pero la bendición de la presencia de Dios afecta directamente nuestras creencias. Dios aparece en las grandes doctrinas que se predican con la unción del Espíritu Santo de forma fiel y penetrante.
Como una ilustración de nuestra pequeñez doctrinal, el arrepentimiento se ha olvidado completamente en las presentaciones del evangelio, o se ha reducido a la frase “reconozca que usted es un pecador”. “Invite a Cristo a su corazón”, es una frase que concuerda con el contexto bíblico de Juan 1.12 y de Apocalipsis 3.20 que son las citas que se usan para esto. Esta frase de invitar a Cristo ha tomado el lugar de la verdadera doctrina de que la justificación es solamente por fe y no por obras. La doctrina del juicio de Dios rara vez se predica, o se predica con mucha incomodidad, y la cruz, como estudio comprensivo, casi no se escucha. Los predicadores modernos se asustarían sólo con leer los títulos de los sermones de los antiguos predicadores,
Si no busca la Sanidad, debe sentirse avergonzado
¿Cuál ejército desea usted tener? ¿El primer ejército de Gedeón, o el último? Ninguna iglesia, y ninguna denominación, puede creerse sana si no hay más personas en los cultos que las que hay registradas como miembros. Estaríamos más cerca del avivamiento que deseamos si admitimos nuestras fallas como iglesias y como denominación, si nos humillamos de verdad, y buscamos la bendición de Dios y rectificar esta horrible situación. De otra manera estamos orgullosos con nuestra vergüenza.
La próxima vez que alguien le pregunte acerca de cómo va su iglesia y su denominación, dígale la verdad. Ahora tenemos un logro al haber aceptado la inerrancia e infalibilidad de la Biblia, hay Seminarios que promueven la ortodoxia, hay un nuevo fervor entre los verdaderos creyentes (tenemos mucho de qué estar contentos), pero considerados como un todo, la Convención Bautista del Sur necesita resucitar de entre los muertos.
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Jim Elliff is the president of Christian Communicators Worldwide and the former resident consultant for the Midwestern Center for Biblical Revival at Midwestern Baptist Theological Seminary. He speaks to conferences in the states and overseas, and often leads churches and pastors in the subject addressed above. For additional free booklets on this subject, write Christian Communicators Worldwide, 201 Main Suite #3, Parkville, MO 64052, or phone (816)584-8601.

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